my time is now (Nike)

PASA PASA ESTÁS EN TU CASA

COMO EN TU CASA



viernes, 26 de febrero de 2010

Un domingo de cine catalán

Berta Marsé es obviamente hija del magnífico Juan Marsé, pero además de eso proporciona unas maravillosas historias en forma de cuentos, relatos y otros. Como relatora de la realidad más local esta semana encontré en El País una historia contada por ella que, como ella misma dice, no necesita ni adornos ni comentarios, por lo que he querido reproducirla íntegramente para que os cause la misma sorpresa que me causó a mí.

"A una anécdota sencilla como ésta no hay que añadirle nada, ningún comentario o juicio de valor. Que cada cual saque sus propias conclusiones. Sucedió un domingo en un cine abarrotado, donde mi hijo y yo vimos Albin y las ardillas en primera fila y doblada al catalán. Albin i els esquirols. Aún se habituaban nuestros ojos al histérico trajín de las ardillas, nuestros oídos al timbre de sus voces -para quien no la haya visto, se trata de ardillas cantarinas e hiperactivas- cuando notamos las primeras pataditas en los riñones. Me giré y vi que eran dos niños muy pequeños, acompañados de su abuela. Un niño y una niña tan chiquitos que sus piernas, estiradas en línea recta, encajaban fatalmente en nuestra zona lumbar. Guille y yo somos ambos algo lentos de reflejos, discretos, pudorosos, y aguantamos casi un cuarto de película hasta dejar caer las primeras quejas:
-Disculpe-, dije al fin, un poco al aire. -Ojo con los pies en la butaca...
Pero las pataditas siguieron, mientras las ardillas triunfaban en el mundo de la música a base de villancicos estridentes y melodías de espanto. Volví a girarme y miré a la señora a la cara. Iba peinada de peluquería, muy maquillada y con la chaqueta puesta. Se lo pedí de nuevo amablemente:
-Por favor, dígales a los niños que tengan cuidado con los pies.
Esperé, pero no dijo nada ni me devolvió la mirada. De hecho, no parecía verme ni oírme. La niña sí me lanzó miraditas asustadas de reojo, pero el niño estaba abducido por las ardillas, y sus pies machacaban los riñones de Guille, que, de vez en cuando, me agarraba del brazo para susurrarme al oído:
-Mamá...
-Ya voy, ya voy...- Volví a girarme:
-Oiga-. Nada, como si yo fuera transparente. ¿Oiga!
Pasé la mano frente a su cara, pero ni siquiera parpadeó. ¿Qué le pasaba? Desconcertada, dudando si llamar al acomodador o abandonar la sala, oí que la niña le preguntaba a mis espaldas:
-Què passa, iaia?
-No ho sè-, contestó, -parlen en castellà.
Y mi hijo y yo nos miramos sin saber qué añadir, ambos discretos y pudorosos, catalanes ambos de nacimiento."

lunes, 22 de febrero de 2010

el paciente número 67


Si en los años años cincuenta tenías un familiar con tendencias particularmente violentas o siquiera extravagantes. Si tu hijo era muy pegón o te había salido homosexual, no hacía falta que te avergonzaras de él y lo dejaras en la Beneficencia. Había soluciones mucho más radicales y limpias en manos de los doctores Freeman y Watts: la lobotomía industrial.


Redujeron los procedimientos, eliminaron los quirófanos y sustituyeron los instrumentales quirúrgicos por un sencillo picahielos. Y es que el doctor Freeman no era cirujano ni quería poner las cosas difíciles a los familiares desesperados. Estaba convencido de que con unos cortes a la altura frontal del cerebro y unas desconexiones nerviosas determinadas, la vida del paciente se relajaba y la de sus seres queridos se convertía en un sueño: se habían deshecho del problema. Rosemary Kennedy ya nunca volvió a tener ni personalidad ni ideas ni siquiera lenguaje, sino que quedó reducida a un saco de carne que miraba a la pared durante horas. Pero ya no se podía decir que tuviera 'comportamientos violentos'.


Y aún así, se siguieron efectuando lobotomías hasta 1967, no es increíble. En este ambiente se desarrolla la última película de Scorsese que se ha estrenado en España, Shutter Island, con Di Caprio a la cabeza y a la cola de la misma. Y con Ben Kingsley como broche de oro.


Ben Kingsley puede ser malo malísimo o bueno buenísimo (para eso es Ghandi). Di Caprio sólo puede ser bueno o loco. Y de sus interpretaciones surge la duda de qué es real y qué inventado. Quién miente y quién dice la verdad? Y sobretodo, quién y por qué se determina que uno está loco? En base a qué patrones y con qué argumentos podemos distinguir lo que son alucinaciones de lo que son sueños nada más... y si fuéramos todos cerebros en una bañera, manejados desde controles remotos más allá de nuestros corazones? Y si Dios nos manipulara a su antojo? Y si no fuera bueno ese Dios? O si las máquinas lograran superarle... y sustituirle.


Miedo, intriga y mucho suspense. Y una vuelta a esos manicomios tan de los años cincuenta y tan de película claustrofóbica y vital. A pesar de que Torcuato Luca de Tena ya lo pensó y lo escribió primero en sus Renglones torcidos de Dios...

jueves, 18 de febrero de 2010

mapa de los gemidos femeninos



Si pasas revista a alguna publicación de derechas de ayer, podrás encontrar diversos y variados insultos a favor de nuestra señora ministra de igualdad, Doña Bibiana Aído. Y es que mientras su jefe se las ingeniaba en el Congreso para convencer al hueso de Rajoy de que ahora por fin sí tiene claro que hay crisis y que hay que salir de ella como sea, el Boletín Oficial del Estado publicaba una partida de gasto curiosa: el Instituto de la Mujer, que depende del Ministerio de Bibiana, subvenciona con 26.000 euros un estudio sobre el Mapa del Clítoris, así como suena. Bueno, sonar suena exactamente así: "mapa de inervación y excitación sexual en clítoris y labios menores". Hay otro estudio que se lleva 15.000 euritos más: "topografías domésticas en el imaginario femenino".

El primero es digno de una peli de la Coixet, que bien visto después del estudio podría obtener otra subvención para realizar el reportaje gráfico respectivo. Porque supongo que una vez diseñado el mapa deberá ser, no sólo difundido entre los hombres de este país de incultos sexuales sino materia obligatoria de artes amatorias (cuando exista la carrera, que al tiempo). De paso, que nos pongan una proyección a nosotras también, que conozco a más de una señora con varios hijos ya mayores y que reconoce no haber tenido nunca un orgasmo. El tema no es banal.

De la segunda partida para topografías del imaginario femenino en casa ni siquiera entiendo de qué va. Pero admito que suena francamente bien. Como a señora que en su casa se masturba pensando en el fontanero mientras mete la colada en la lavadora y pasa por el turmix el puré de su hijo.

Supongo que analizar el placer del pene no es necesario y eso se aprende solo. No es que la sociedad sea machista, es que la naturaleza lo es mucho más. Será cosa de Dios habérnoslo puesto a nosotras tan complicado que nos tenemos que construir un mapa? Y además pagarlo...


lunes, 15 de febrero de 2010

unas gafas para soñar


Qué más necesitas que lleve un hombre aparte de sus gafas y su reloj? Pues eso, nada. Y sin embargo, Tom Ford se empeña en pintarlos pulcros impecables y puliditos, como dicen los catalanes, hasta el extremo de perderte en los detalles y saltarte lo esencial. Metáfora de su primera película como director y como coguionista y coproductor, Un hombre soltero.

Yo la hubiera titulado Un hombre solo, porque eso es lo que me parece Colin Firth desde la primera escena hasta la última. Solo en su duelo, solo en su casa y solo en su visión de la vida. Terrible no poder asistir al funeral de quien ha sido tu pareja durante los últimos quince años. Y más terrible aún, no poder contarlo más que a una amiga decadente y borracha, tu vecina y amante de la adolescencia. Pero estamos en los años sesenta y ni siquiera en USA los gays tenían un nombre tan sofisticado todavía. Eran puros maricones y un insulto para la familia de cada uno.

La peli está basada en la novela de Isherwood, del cual nada más he leído la genial Adios a Berlín, que luego daría pie al guión de Cabaret. No se puede pedir más como autor, creo yo.

Isherwood se colocó como profesor de literatura en USA, así que hay bastantes posibilidades de que el arte imite a la vida real, también en este caso. Por lo demás, qué guión no está inspirado en hechos reales que a uno le han contado o ha vivido, por mucho que los maquille?

Lo que pasa es que Tom Ford es diseñador hasta la médula, y esteta por defecto, así que ha cogido una novela que desconozco y la ha convertido en un lujo de fotografía y diseño. Cada imagen es tan cuidadosa consigo misma que es irrepetible. Y el profesor de literatura se convierte en un modelo a lo Ford que no descuida ni la ropa o los gemelos que quiere que le pongan el día de su funeral.



Sus gafas de pasta son sesenteras, pero creo que volveremos a verlas por la calle, y sino al tiempo. Claro que Tom Ford luce otras muchísimo más adecuadas a los tiempos que corren en sus imágenes de pasarela. Miren miren.

Y como la cabra tira al monte, yo no sé cómo sería Isherwood físicamente, ni cómo concibió a su profesor de universidad homosexual. Lo que sí sé es cómo lo diseñó Tom Ford, y fue a su medida y corte de traje. Sólo hay que compararlo con el original. Aquí podemos ver al director a la izquierda, a la guapísima Julianne Moore en el centro y al actor que encarna los sueños cinematográficos de Ford en el papel de Colin Firth, o George Falconner en escena, un profesor cuya forma de suicidarse es más importante que el suicidio en sí.


Después de una sesión de Goya como la de anoche, en donde, como siempre, abundan los modelos de las actrices féminas, sus espaldas al aire -sugerente y sensual Natalia Verbeke-, sus culos modelados y perfectos a los cuarenta -esperanza o espejismo- y sus maquillajes sin una sombra de caos, es una gozada sumergirte en el paraíso gay de Tom Ford. Hombres guapos, cuerpos de tamaño natural de todas las edades y esculpidos como si fueran pequeños diosecillos tentadores y promiscuos. Eso sí, después de que Colin Firth desperdicie una noche de sexo y borrachera con Julianne Moore, no sé qué nos queda a las demás. Y yo no me conformo con Buenafuente, por muy gracioso que se ponga.

jueves, 11 de febrero de 2010

tu rostro mañana



La primera y única vez que volé a un país árabe y rico fue hace cuatro años, y se llamaba Emiratos Arabes Unidos.

Las mujeres que me encontré por las calles de Dubai y de Abu Dhabi iban en su mayoría cubiertas de seda negra, con las manos llenas de joyas y ampliamente maquilladas en las partes del rostro que se dejaban ver. Algunas cubrían también su ojos, pero eran las menos.

Me contó una amiga que reside allí que esas mismas mujeres iban todas fashion por debajo del faldón, con prendas carísimas de Dolce&Gabanna y ropa interior de CK o Dior. Y sin embargo, todo eso sólo era para disfrute de maridos, familia reducida y amigas del mismo sexo. Gasto excesivo para tan poco público, pensé, pero en el país de los petrodólares eso es lo de menos.

Lo que más me impresionó fueron las historias de tres occidentales convertidas al Islam por amor. La primera es Dolores, norteamericana y profesora en la Universidad de Historia para mujeres -las universidades no son mixtas-. Casada con un emirati, se cubre con el hiyab siempre aunque deja su rostro al descubierto. Igual hace Carmen, una catalana casada con otro emirati, la que ni siquiera cuando va sola a su pueblo catalán se desprende de la túnica o hiyab. Eso es convicción y no lo de ZP. Y a la tercera la conozco en primera persona. Es belga, llegó con vaqueros a Dubai, y después de varios meses de noviazgo con un emirati ya estaba vestida al uso, con el cabello cubierto, y había dejado el alcohol. Por respeto a la familia de él, y sobretodo por amor, me dijo. El no me da la mano cuando me ve y baja la vista para no mirarme a los ojos.

Si me es imposible meterme en la piel de una mujer nacida y educada en un país musulmán, no me pasa lo mismo con una occidental reconvertida, por eso me cuesta tanto entenderlas.

Hay muchas cosas sobre las que no tengo una opinión perfectamente definida, y según el momento y los argumentos a los que me enfrento, mi respuesta varía. En este asunto, sin embargo, me cuesta admitir que no tengo una opinión clara al respecto, porque, amigos, todo el mundo parece tenerla!

Periodistas, blogueros, comentaristas de televisión y tertulianos de radio, absolutamente todos saben si hay que dejar a las musulmanas cubrirse con el velo en nuestros países occidentales o si, por el contrario, hay que prohibírselo. Mujeres de este mundo y del otro, por descontado, también tienen su dictamen negativo o positivo que aportar, sin dudas ni fisuras.

Yo me pregunto de dónde sacarán todos tanta convicción para emitir su juicio de 'velo sí' o 'velo no'. Me gusta saber lo que piensan las mujeres musulmanas informadas e intelectuales sobre la cuestión, y en realidad es a las únicas que tengo en cuenta ya, porque son la fuente de información que entiendo más fidedigna y con más autoridad para explicarse y hacerse entender desde mi subjetiva visión occidental.

La última entrevista que he leído a una mujer así ha sido en El País del martes 9, contraportada, a Afrah Ba-Dwailan, juez en la capital de Yemen. Al parecer, la única jueza de Saná está al frente del Tribunal de Menores. Destaco literalmente algunas frases que ella pronuncia:

"Nunca he aceptado un soborno."
"Cada día son más las chicas que estudian e incluso se doctoran, aunque se cubran de negro de la cabeza a los pies. Es una costumbre, no hay nada ni en nuestra Constitución ni en el Corán que les obligue a ello... Yo misma, cuando voy a mi pueblo me cubro por respeto a mi familia."
"El problema no está tanto en la ley como en la sociedad y la familia... el castigo social es más fuerte que la justicia".
"Las mujeres que por el motivo que sea acaban en la cárcel, no quieren salir porque tienen miedo de sus familiares. Ni la familia ni la sociedad las aceptan."
"No deberíamos consentir que una madre tenga que mendigar para dar de comer a sus hijos".
"Los hombres no piensan en la mujer como una igual, sino como un ser débil".
Lo que os decía. No sé qué pensar. Tenemos que dejar que cada una se vista como quiera pasados los 18 años, o tenemos que defender un tipo de sociedad por encima de los valores individiduales de cada uno de sus miembros? Nos fiamos de que su decisión es libre y sincera? Y sino es así, por qué dejamos que otras mujeres se encierren, voluntariamente o siguiendo el dictado divino, en conventos de clausura? Porque esos sí que son nuestros valores?

Qué hacemos con el ¡prohibido prohibir! de los pijiprogres del 68?
De lo único que estoy firmemente convencida es de que serán mujeres como esta juez, como Irene Khan -secretaria general de Amnistía Internacional y primera musulmana en el cargo-, como Shirin Ebadí -jueza iraní y premio nobel de la paz-, y como muchas mujeres anónimas del mundo islámico las que conseguirán arrastrar la religión al lugar que le corresponde en la sociedad y la política, es decir a un rincón privado del alma de cada uno. O eso espero yo.

lunes, 8 de febrero de 2010

Precious Jones

Lo peor que te puede pasar no es que tu padre te viole en repetidas ocasiones, te deje embarazada y tu niño sea down. Eso sin olvidar que padeces obesidad mórbida y tus embarazos han conseguido que te expulsen del colegio, que era el único lugar en el mundo que te quedaba para soñar con una vida mejor. Hay cosas peores, como que te toque una madre como la de Precious Jones en la última película de Lee Daniels.

Una madre que te odia porque su coeficiente intelectual no le da para entender que tú no provocas a tu padre para que te la meta, sino que tu padre es un tarado y un pederasta. Que te pega y te insulta porque no consigues cheques de la Beneficencia para ella y te da por hacerte la intelectual yendo al colegio. Una madre que repudia a tus hijos, sus nietos, excepto el día en que la asistente social del barrio viene a visitaros para comprobar lo bien que van las cosas por tu casa.

Creo que de los males que acosan a Precious, su madre es el peor de todos. Si tu madre te desprecia, te humilla y te explota, qué puedes esperar de los demás? Pues bueno, si eres Precious todavía te queda la esperanza de que una profesora brillante, guapa y lesbiana te acoja como su proyecto personal y te saque del agujero. Y que una asistente social como Mariah Carey -con bigote y sin maquillaje- intermedie con tu madre para que te deje en paz de una vez. Y hasta puede que un enfermero guaperas como Lenny Kravitz te asista el parto y te regale postales. Pero eso sólo si te llamas Precious y tu película la produce Oprah Winfrey. En la realidad, lo más seguro es que te pudras con tus miserias y te quedes en el barro.

Pero esto es Hollywood. Aquí todo es posible. Quién no tiene un sueño que cumplir?

viernes, 5 de febrero de 2010

Breaking the rules

He tenido el placer de cenar dos veces en el Bulli. Y todavía mejor: en ambas ocasiones no supe cuánto costó la cuenta. La primera vez pedí unos platos raros y exquisitos, deconstruidos y espumosos. El primero tenía que ver con los guisantes y el segundo con los calamares, pero sólo por aproximación idiomática. Eran pura fantasía.

La segunda invitación provenía de una empresa indirectamente, así que fue a lo grande, con champagne y trece platillos que fueron desfilando por delante de mis ojos antes de ser devorados. Para el quinto platillo, yo ya estaba con el estómago medio revuelto y las burbujas del cava catalán agujereándome el estómago. Nunca he sido de mucha mezcla alimenticia, a qué engañarme. Y sin embargo, también resultó una velada excepcional.


Sólo hace unos meses que empecé a comprender mi buena estrella con el restaurante de Ferrán Adriá. He sabido de un amigo mio que trata de cenar con su mujer en el Bulli desde hace tres o cuatro años, con resultado negativo hasta el momento. Y ahora, a juzgar por las últimas noticias, aún se le pone más cruda su cena romántica. El número uno en chefs del mundo ha decidido tomarse un año sabático entre 2012 y 2013.

Sabático entre comillas. Porque yo cuando me imagino un sabático me veo a myself en la playa, bajo un cocotero, sin médicos ni obligaciones de guarderías, durmiendo a pierna suelta con mi chorbo al lado, sin un reloj a diez mil leguas de distancia, y con el ruído de mar de fondo. Y nada más. En cambio, a Adriá me lo imagino en su año igual de frenético pero sin ganar dinero de sus labores culinarias. De cursillos, experimentos, entrevistas, charlas y cenas de diseño, y de tanto en tanto en su estudio de mezclas debatiendo con sus asistentes, colaboradores y asesores cómo reinventarse a sí mismo. Me estreso sólo de pensarlo.

Y es que nunca he sido tan profesional. Yo si me cogiera un sabático por gusto sería para cambiar de tercio y viajar, y pensar, y dedicarme a actividades no lucrativas. Pero claro, nunca he tenido un par para atreverme a eso. El dinero me atrapó joven. No mucho dinero, pero más del que dan las aventuras. Eso sí, dedicar un año sin cobrar a perfeccionar mis aptitudes profesionales, me parece hasta de mal gusto.

Otra cosa que nunca entiendo. Por qué la gente cuando cambia de trabajo tiene esa prisa horrorosa por fundirse desde ya en el nuevo puesto y no se deja, ni aunque sea, un mes libre entre una cosa y otra? Tan imposible nos viene estar un mes sin cobrar? Es más, si yo fuera la presidenta de una multinacional, cosa más que inverosímil, exigiría a mis nuevos empleados un time out antes de su incorporación a mi plantilla, a ser posible en plena naturaleza y sin obligaciones laborales de ningún tipo. Para que me llegaran frescos como langostas.

Pero no. El mundo no es como a mí me gustaría, así que las empresas te miran raro cuando dices que quieres unas semanitas libres entre trabajo y trabajo. Te etiquetan de friki si pides una excedencia para reflexionar o para descansar. Como si fueras un perro verde y, peor, empiezan a desconfiar de ti; eres alguien que piensa por sí mismo, que no quiere que le esclavicen y que tiene claro que su tiempo es suyo. Mal asunto.

Es como discutirle al jefe sus ideas. Hay que estar muy loco o tener mucha suerte para que te salga bien. Pero y si nunca te atreves a decir lo que piensas o a vivir como quisieras, qué te queda de dignidad contigo mismo? Cómo te sigues mirando a la cara? Y por qué tenemos tanto miedo a perder todo aquello que nos esclaviza?

Si un día las respuestas vienen a mí, vendré yo rauda y veloz a descubriros la flor de mi secreto. Mientrastanto, buen fin de semana.

lunes, 1 de febrero de 2010

INVICTUS


El 24 de junio de 1995 Sudáfrica conquistó la Copa del mundo de rugby para blancos y negros, hecho que los unió en un abrazo sin precedentes y que le valió a Mandela el reconocimiento internacional y estratosférico. Esa unión pasajera y circunstancial quizá evitó una guerra civil. Ahí es nada.

El deporte como vínculo emocional aglutinador de razas, religiones, partidos políticos y colores de piel. El rugby, con toda la violencia física que comporta, y visceral por definición, consigue que unas personas que antes se masacraban salten y brinquen por un objetivo común: los colores de su equipo en la Copa del Mundo. Los Springbocks se convierten en un signo de identidad nacional para la 'rainbow nation'.

Y así es como Matt Damon y Morgan Freeman dan vida al mito en manos de la última de Clint Eastwood Invictus.

La película está llena de gestos de grandeza y estrategia de un Mandela que ya fue retratado magníficamente por John Carlin en su libro El factor humano. Desde integrar a los guardaespaldas del régimen del apartheid en su escolta personal, hasta recibir al capitán del equipo de rugby nacional para charlar amablemente alrededor de una taza de té. Nelson Mandela como un hombre esencialmente solo y aupado en el poder por gente que después no le entiende. Será por negro, será, y lo siento porque la comparación me arriesgo a que suene racista, pero Mandela defendiendo al rugby más blanco me recordó a Obama defendiendo su programa de sanidad para todos. Asociación mental que no pude evitar, por simplista que resulte.




Volviendo a lo esencial, me llama mucho la atención esa pasión que desata el deporte, que nos hace soñar por un rato en un mundo donde no hay diferencias raciales o donde tu vida no es una puñetera mierda. Para ejemplos de lo segundo, recomiendo la maravillosa Buscando a Eric, donde un mito del fútbol como Eric Cantona consigue cambiar el rumbo de un hundido trabajador de suburbio inglés al que nada le funciona excepto su mito.

Y sin embargo, no dejo de pensar que el fútbol o el rugby son pasiones de primera mano, superficiales y carismáticas pero de primera superficie y que ahí se quedan. Por lo que, terminado el partido, blancos y negros continuaron tomando café en bares diferentes y casándose por separado.

Mientras las películas se suceden, allá en la vida real los negros siguen siendo la población que integra la mayor parte del 43% que vive bajo el umbral de la pobreza en Sudáfrica. Termino con una frase de Aubrey Matshiqi, analista del Centro de Estudios Políticos: "No hay que hacerse ilusiones. Durante la Copa del Mundo de Fútbol 2010, verán a negros y blancos animando al mismo equipo. Pero, pasada esa euforia, no habrá más avances".