my time is now (Nike)

PASA PASA ESTÁS EN TU CASA

COMO EN TU CASA



lunes, 24 de septiembre de 2012

el equipo ganador


Hoy hace ocho años que me encontré a mi marido por la calle, cuando no era mi marido quiero decir. Ya se sabe que tus hijos son tus hijos y tus padres también, pero al maromo o maroma, pues te lo encontraste en la calle. Bien, en mi caso fue literal. 

Y hoy pensaba en cómo evolucionan las relaciones. Primero te conoces,  luego te lías -no siempre en ese orden- después te vas a vivir con él, a veces hasta te casas en un momento dado, y la refinitiva llega con los hijos. Todas las demás fases no son nada comparada con la llegada de los niños a la casa. Todo se transforma, tu vida se queda patas arriba y no queda ni un soplo de  lo que fuiste. En vez de música de Marvin Gay para despertarte, gritos de pequeños despertadores que piden leche y cambio de pañales, y en vez de cenas románticas con velas, dos bandejas frente al televisor con los pies en alto de todo lo que has danzado y cuando por fin los angelitos han caído derrumbados en  sus catres. Después de varios cuentos y unos biberones, la única neurona que nos queda -en común- es para ver Aída o Modern Family, y siempre que no se compliquen mucho y no metan demasiados comerciales por el medio. 

Y la pareja, para entonces, se convirtió en un equipo. En un team sin ganadores ni perdedores ni jefes ni líderes, un team codo con codo y diente con diente, en donde yo les baño mientras tú les haces la cena, tú les llevas al parque mientras yo arreglo la casa y tú les das la comida mientras yo me fumo un cigarro en mis cinco minutos de asueto. También un equipo en el que tú les castigas mientas yo les explico porqué te enfadaste y yo les obligo a terminar la comida y tú intermedias por ellos a favor de un helado. 

Ayer intentaba pasar un rato en la playa con mis dos hijos cuando me di cuenta de que la pequeña se había hecho caca, y como si fuera una primeriza intenté cambiarle el pañal en la arena, con una camisa mía debajo, hasta que vi que nos íbamos a poner de arena hasta las trancas y anulé la operación antes de iniciarla, felizmente. Eso sí, para entonces ya tenía un agobio del doce, un calor de mes de agosto y unas terribles ganas de  hacer pipí. Así que, como pude, monté de nuevo a la peque en su Mclaren y le dije a mi hijo que nos largábamos de allí rumbo a la casa para poder cubrir necesidades básicas. Estaba de tan mal humor que mi pobre hijo no entendía qué era lo que había hecho mal, y le aclaré que nada, que nada de nada, que mi paciencia con los bebés y sus urgencias era mínima y que  por eso mamá estaba tan tensa, porque un  momento que pudo ser de relax -ellos en la playa jugando y yo sentada mirando la puesta de sol- se había convertido en un infierno imposible y eso me había puesto de  un  humor terrible. El pobre crío hasta se ofreció a llevarme él el carrito de la  niña para que  yo pudiera descansar en el camino, casi le como a besos. Y me di cuenta de que puedo ser insoportable, intratable, irracional y una tía inmadura hasta decir basta, pero que para esos momentos está 'el equipo'. Y me di cuenta de otra cosa: mi hijo mayor ya forma parte de  ese 'equipo ganador'. Y no es  porque sea del Barça, que conste! 

jueves, 13 de septiembre de 2012

hasta que el cuerpo aguante


Mi hija se desveló esta noche sobre las cuatro y no paró de chillar hasta las cuatro y cuarto. Para entonces ya  me había  desvelado yo también. Mi hijo sobre las seis lloraba porque no quería que su puerta del cuarto estuviera cerrada, así que se la abrí y y me volví a la cama rogándole en voz baja que no sollozara, que mami no había pegado ojo todavía... Y sobre las seis y media de nuevo mi hija decidió que ya no quería seguir en la cuna, sino que quería que fuéramos las dos al salón, y allí nos instalamos antes de que despertara de nuevo al mayor y hasta que se hizo de día. Y sabes qué? A pesar de todo eso, estoy de un humor excelente, aunque con las pestañas corridas hacia abajo y las ojeras mal disimuladas por el último sol del verano. 

Todo gracias a Uma Thurman y su Una mamá en apuros, que estuve viendo anoche en Divinity hasta las tantas. Empezó como tantas otras pelis dirigidas al sector femenino entre los treinta y los cuarenta de la cadena en cuestión. Chica guapa detrás de unas gafas de pasta y unas chanclas dentro de una bici que arrastra a sus hijos por toda la ciudad y no tiene tiempo ni de respirar, y que no trabaja fuera de casa, por lo que el trabajo de dentro de casa le cae todo a ella. Pendiente de las bolsitas de  regalo para el cumple de su hija, de inflar los globos y de encargar la mejor tarta de la ciudad, y luego de subir las bolsas cuatro pisos a pie mientras en la calle un policía le multa por aparcar en zona de rodaje de películas. Marido extravagante por el lado intelectual y ella, que todo se lo calza al hombro, hecha un lío porque no sabe si ha desperdiciado su juventud pariendo y criando o si aún le queda un resquicio de locura para bailar y un gramo de profundidad para escribir. La vida de una mamá, le increpa a su marido, está llena de hechos concretos desde que se levanta hasta que se acuesta: hacer los bocadillos, poner agua en las mochilas, vigilar que haya una muda de ropa en ellas, comprar sus bolis y la leche, llamar a la pediatra para que les pongan una  vacuna, preguntar a la profe qué tal estuvo su hijo, bañarlos, hacerles la cena... así hasta que no te queda espacio para el pensamiento abstracto. Uff, ahí me estremecí, cuántas veces he pensado que me estaba atrofiando. Hasta que llega un mensajero indio de ojos verdes que estudia literatura por las noches y le pregunta por lo que ella escribía cuando estaba en la universidad, por sus proyectos de facultad y por su música favorita. Y se ponen a bailar como si nadie les estuviera viendo, yo siempre digo que la música te vuelve a tu yo más íntimo o más  visceral. La mamá en apuros decide que nadie la comprende y huye con un coche destartalado y pringoso de mermelada y chocolate hacia Jersey. Pero a mitad camino, sucede algo que le recuerda lo que de verdad es esencial. 

Parece una tontería, no? Pues cualquier  mamá se puede sentir reflejada, y no sólo eso, sino que al convertirte en Uma Thurman, porque todas llevamos dentro a esa loca chiflada que bailaba por las noches y fumaba hasta apestarle el aliento mientras oteaba el panorama, sonríes y te das cuenta, como dice ella, de la suerte que tienes. Porque para vivir la vida a tope y disfrutar con pasión de los instantes, sólo hay que mirar a tus hijos y hacer como hacen ellos, sin que exista el mañana.