Desde que le di a probar el edamame a una amiga, y me dijo que eran las habichuelas que ella comía en casa de pequeña con sus hermanos, sólo que aderezadas con sal y puestas en un bowl asiático, entendí que todo depende de cómo lo llames.
Ahora estoy haciendo un curso de formación para desempleados en una empresa más gringa que la bandera de Obama. Y ya no estoy desempleada, sino que estoy en transición. Es mucho más elegante estar en transición que estar en el paro, no me digas.
En transición te tienes que cuidar para llegar bien a tu siguiente etapa laboral, así que nada de pelo sucio pijama y pelis hasta las tres de la mañana. Hay que cuidarse y realizar un planing de tu día a día en donde quepa el ocio, la búsqueda de empleo, la formación, el gimnasio, la familia y los amigos.
Perdón, nada de amigos, que ahora se llaman contactos y lo que haces con ellos no es tomar cafés sino networking.
Si ya te sobra la pasta, además te puedes alquilar una oficina compartida de ésas de toda la vida, pero como se llama coworking pues parece que estás haciendo algo muy dinámico y muy americano que te llena el día entre el running y el networking.
Sin glamour la vida sería como un huevo sin sal, o como este día gris persistente que lleva saliendo en Barcelona una semana por lo menos.