Metes barriga, coges aire y entras en la empresa. Vuelves a escuchar que te llaman Manuela, por tu nombre. Ya no eres la 'mamá de X' durante las veinticuatro horas del día. Eres una persona por ti misma. Tienes una reunión de trabajo donde nadie habla de cacas ni pedos ni cremas para las irritaciones del culito. Les miras raro. Menos mal que una llamada al móvil te interrumpe la concentración. Es la mamá de X? Soy la pediatra de X, me has llamado. Un momento, dices, porque los pediatras son la especie humana más difícil de hallar al teléfono para ti. Sí, doctora, te he llamado porque me dice mi marido que el niño tiene una infección en los genitales, pero claro le ha llevado al colegio y ahora la profe del niño me dice que no puede estar allí con infección. Así es, mamá, pensé que ya no le tenías en el cole porque estaba de vacaciones y no le dije nada a tu marido. Tienes que tenerle en casa hasta que se cure. Y cuándo es eso, doctora? Pues si para el lunes próximo tienes suerte... Vuelves a la reunión, pero aún pensando en la crema para los genitales de tu hijo X. Sales de allí y te pides un café de la máquina. Entras en tu despacho y el silencio te parece un lujo asiático. Hay papeles, pero no hay babas. Los papeles son más fáciles de gestionar y crean menos estrés emocional. Tus tetas ya no chorrean porque ya pararon de dar leche, aunque los sujetadores tienen que seguir siendo los mismos hasta que vuelvas a tu talla de antes, si vuelves. Entretanto, has querido ponerte a régimen. Antes de que pueda notársete, has visto a tu marido notablemente contento de tu puesta a dieta. Entonces entra una pedorra en tu oficina y te recuerda, tocándote la barriga, que tienes que recuperar la figura. Le dices que acabas de volver y que se relaje. Hija de puta, nadie sabe el estrés que esa frase puede provocar en una mujer que trata de ser madre, trabajadora y de conservar no sólo la pareja sino el atractivo femenino que un día intuyó poseer.
Es mentira que las madres seamos mujeres. Somos robots que tratamos de coordinar y ejecutar a la perfección labores para las que no sabíamos que podíamos servir unos años atrás, y sin perder ni un ápice de nuestro buen humor ni ganar un gramo para que nos quepan los jeans de solteras. Robots.