A los veintitrés años decidí perderme por el mundo. Me alquilé una habitación de estudiante cuatro por cuatro en la zona universitaria de París y me apunté a un master que no conocía ni cristo pero que se desarrollaba en la ciudad de mis sueños. Cuando se me acabó el dinero y mi familia decidió que me cortaba el suministro, de modo que volviera con ellos lo antes posible, tuve la inmensa suerte de que me saliera un trabajo que me permitía pagar un piso a medias y compartir los gastos del alquiler en la ciudad de Bruselas. No sin antes haberle declarado al que se hizo mi jefe que tenía un tío en la Comisión Europea que, en realidad, ni era mi tío ni familiar mio de ningún tipo. Sin embargo, era poderoso y le encantaba darles en las narices a los jefes de los bufetes de abogados más prestigiosos de la ciudad. Así que se la colamos.
Después suspendí el master. Así que llamé a mi jefe, muy resuelta, para decirle que no volvería a su despacho puesto que no era una de esas abogadas estrella que él acostumbraba a contratar, llenas de matrículas y soles. Me habían suspendido por cuestiones de lenguaje. Me dijo que le importaba un pito y que estuviera allí a las nueve en punto del día siguiente. Eso me valió para que me considerara una trabajadora de segundo nivel y me diera los trabajos que los abogados estrella no querían realizar. Hasta que me gané a pulso mi lugar en la primera fila. Si es que a mí lo de ser competitiva, como que siempre me ha dado cierto repelús, o llámalo pereza.
Inmediatamente a continuación, fui percibiendo el pedazo de cretino que tenía de jefe, y decidí largarme de allí en cuanto me fuera posible. Sin embargo, aún tardé varios años, porque estaba viviendo la vida. El resto, podía esperar.
Y en esto que llega Julia Roberts y a su personaje de Come Reza Ama le da una crisis existencial pasados los treinta. Se ha casado con el chico que tocaba y se ha puesto a trabajar -trabajaba antes de darle el yuyu? no lo recuerdo ahora...- en su lugar de siempre. No ha peleado por la vida así que un día decide que nada tiene sentido y le dice a su marido que no quiere seguir casada. Un monje budista ya se lo había visto venir haría unos meses.
Así que se pilla un sabático de la vida, de su marido, de su mejor amiga y hasta de ese trabajo que no recuerdo cuál era. Se mete en la maleta más modelitos que Sara Carbonero para ir a Sudáfrica y planea un viaje interior pero pasando por Italia, por la India y por Tailandia. Y eso sin saber que Javier Bardem la iba a estar esperando.
Y luego quieren que nos fiemos de Hollywood. Por qué no les demandamos ya por mentirnos tantas veces?
Si la idea no está mal. Pija que le da por reflexionar sobre su vida, a buenas horas, y no le encuentra sentido a nada. Se desata de todos y se pira a meditar a Asia, que está tan de moda. Quién podría negarle ese lujo a una tía como ella? Y más aún, quién no ha querido huir de su vida en algún momento y tirar millas hacia lo desconocido? Por eso y porque es un pedazo de actriz, tiene la taquilla asegurada, en mi opinión. Otra cosa es que sea un pastelón tan grande como su sonrisa.