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viernes, 26 de febrero de 2016

ABUSOS


Conectando con la entrada anterior de Spotlight, están saltando noticias como pelotas de rugby sobre Barcelona, ciudad condal, y los abusos sexuales cometidos contra niños en colegios de pro como los Maristas. 

Primero fue el centro educativo de Sants el que saltó a la palestra, con acusaciones contra un profe que ha confesado sus crímenes y contra otros que no lo han hecho pero igualmente están ya bajo la lupa de administraciones, policías y jueces. Tarde, porque las denuncias datan de varios años atrás y sólo ahora se han puesto en conocimiento de Bienestar Social y de Educación, con el consiguiente rapapolvo del Defensor del Menor, pero ahora que han salido a la luz, parecen imparables. 

Hoy la noticia salta a portada del El Periódico, porque la mancha alcanza al cole de Maristas más insigne de la ciudad, el de la Inmaculada, en pleno Eixample y estandarte del concierto económico escolar. Yo misma hice solicitud hace años para que mi hijo ingresara en dicho centro, y no tuve suerte porque la demanda de plazas era muy muy superior a la oferta. Qué bien! 

Ex-alumnos de ese centro han denunciado ahora tocamientos por parte de profesores del centro entre los años 70 y los años 90. Eso era cuando yo iba al colegio, aunque no a ése. Tocamientos en los genitales por debajo del calzoncillo en la mesa del profesor y a espaldas del resto de alumnos que hacían fila. Una madre que dice haber sido acallada por el centro en plenos años 90 a cambio de que ese profesor fuera sacado de la escuela sin hacer ruido. 

Sabíamos de la tolerancia hasta los 90, y más, en los casos de acoso entre alumnos, de la pasividad de los centros, de la 'normalidad' con que esas prácticas se permitían a cambio de 'hacernos más fuertes'. Pero que no nos protegieran frente a profesores enfermos, eso no lo sabíamos. 

Y se demuestra una vez más que el maltrato a menores no distingue entre clases sociales. Spotlight muestra casos de abusos de curas en colegios donde la miseria económica abundaba y esos curas eran el sustento moral de sus alumnos 'protegidos'. Pero el caso de La Inmaculada afecta a lo más pudiente de la sociedad local. 

Hasta dónde estamos dispuestos a callar por el prestigio y el buen nombre de unas instituciones que debían protegernos? Y hasta dónde llegaba el nivel de tolerancia? Tocada de culo, de genitales, masturbaciones, violaciones? Dónde ponemos el límite de lo admisible? 

lunes, 1 de febrero de 2016

SPOTLIGHT




Las monjas de Santa Isabel me han negado durante todos los años que tengo mi derecho a conocer a mis padres biológicos, siquiera a la madre que me parió. Primero fui de modo inocente y pregunté por ella, y me dijeron que viviera feliz con mi familia adoptiva, que ella nunca había ido por allí a preguntar por mí. Nunca vienen, dijeron. Después he conocido a madres que han ido a Santa Isabel a interesarse por esos bebés que un día dejaron, voluntaria o involuntariamente, y les han dicho lo mismo que a mí, que nosotros no hemos ido a preguntar. 


Después decidimos de buena voluntad colgar nuestras búsquedas en la página de la casa cuna, por si alguna madre alguna vez entrara a mirar. Y las monjas las borraban cada día. ¿Ensuciábamos su dosis de virtud? No lo sé, acabaron por cerrar la web porque no podían pararnos. 


Después les pusimos una demanda judicial para conocer nuestros orígenes biológicos. El juez nos dio la razón, pero el abogado de las monjas se excusó en el secreto profesional y sus clientas adujeron que no estaban allí cuando pasaban esas cosas y que no tienen registros de nada. 


Y comprendí que el poder de la Iglesia católica es más grande que todo nuestro dolor por no saber. Que su reino no es de este mundo ni tampoco les afectan las leyes civiles de los comunes mortales. Sus tentáculos están por encima de las leyes y el dinero les sirve para cubrir lo que Dios no alcanza a preservar inmaculado. 


Y todo eso y mucho más es SPOTLIGHT, la última peli de Thomas McCarthy. En su caso se trata de curas pederastas norteamericanos, que eran sistemáticamente cambiados de parroquia y causaban baja por enfermedad a cada delito impune. Cuando por fin las víctimas comenzaron a denunciarles, pactaron y pagaron en mediaciones privadas sometidas a la más estricta confidencialidad de las partes y sus abogados. Private mediations, dice el abogado millonario de la pantalla. 


Y así han ido salvando almas para el cielo de los corruptos, sin perdón, sin culpa, y con una chequera en el bolsillo. 

Ese no es mi Dios, ni tampoco ellos son mi Iglesia.