Os voy a contar un secreto. Cuando era niña, mitad niña mitad adolescente, imaginé una fantasía. Vivía en una isla de Africa, regentaba una granja allí llena de niños que no tenían ni padre ni madre conocidos, que estaban solos, y yo (que por supuesto era mayor de lo que era en la realidad, así como mucho más rubia y más resultona) cuidaba de ellos.
Me hacía feliz vivir esta fantasía cuando me iba a dormir. Y a medida que avanzó la adolescencia, la granja africana fue tomando un acento más cálido, convirtiéndose poco a poco en el lugar donde desataba mis pasiones sexuales. Esas que ni monjas ni curas me explicaron jamás.
El viernes pasado fui al cine a ver Donde viven los monstruos. Y como muchas de las pelis infantiles que veo en los últimos tiempos, me hizo pensar en los solos que muchas veces se deben sentir los niños en su reducido mundo infantil. Que si cómete esto, que si duérmete solito, que si ahora no fastidies que estamos hablando de cosas de mayores, que si no me interrumpas que es una llamada de trabajo... y así sucesivamente, porque vamos muy estresados por la vida y no tenemos tiempo de nada. Y ese nada también les incluye a ellos. De quién es la culpa? Del tiempo, del dinero, de tu jefe, de tu egoísmo, de tu falta de sensibilidad?
Probablemente de todos y de ninguno. Hemos cruzado la raya, ya no vamos viendo monstruos ni hadas por la calle, ni tenemos amigos imaginarios. Pero ellos sí, así que muchas veces no nos entendemos, y pensamos que sus comentarios son una tontería. Bien, los nuestros para ellos también, por mucho que seamos nosotros quienes pagamos las facturas.
Y por eso, porque al cruzar la línea de la infancia hemos dejado atrás a las princesas y a las ranas, ellos se ven obligados a crearse su propio mundo imaginario y habitar en él. Qué remedio.
Es lo que le pasa a Max, el niño de la última peli de Spike Jonze Donde viven los monstruos. Por mucho que su mamá se empeña en entenderle, en mimarle y en ayudarle, cuando se disfraza de bestia salvaje no hay quien le aguante, ésa es la verdad, y yo, al igual que su madre, hubiera entrado en un ataque de nervios si mi hijo se pone a aullar y brincar por encima de los muebles cuando tengo a mi novio de invitado en casa. Inmediatamente me hubiera arrepentido de chillarle y reprimirle sus instintos animales, pero llegaría tarde, como ella, y mi hijo ya se habría escapado en su bote a la isla fantasía.
Al igual que me pasó con la maravillosa Los mundos de Coraline, aunque sin llegar a su altura en mi modesta opinión, salí del cine con la conciencia prieta y el corazón henchido de buenas intenciones. Ni la mamá de Caillou me iba a superar.
Me hacía feliz vivir esta fantasía cuando me iba a dormir. Y a medida que avanzó la adolescencia, la granja africana fue tomando un acento más cálido, convirtiéndose poco a poco en el lugar donde desataba mis pasiones sexuales. Esas que ni monjas ni curas me explicaron jamás.
El viernes pasado fui al cine a ver Donde viven los monstruos. Y como muchas de las pelis infantiles que veo en los últimos tiempos, me hizo pensar en los solos que muchas veces se deben sentir los niños en su reducido mundo infantil. Que si cómete esto, que si duérmete solito, que si ahora no fastidies que estamos hablando de cosas de mayores, que si no me interrumpas que es una llamada de trabajo... y así sucesivamente, porque vamos muy estresados por la vida y no tenemos tiempo de nada. Y ese nada también les incluye a ellos. De quién es la culpa? Del tiempo, del dinero, de tu jefe, de tu egoísmo, de tu falta de sensibilidad?
Probablemente de todos y de ninguno. Hemos cruzado la raya, ya no vamos viendo monstruos ni hadas por la calle, ni tenemos amigos imaginarios. Pero ellos sí, así que muchas veces no nos entendemos, y pensamos que sus comentarios son una tontería. Bien, los nuestros para ellos también, por mucho que seamos nosotros quienes pagamos las facturas.
Y por eso, porque al cruzar la línea de la infancia hemos dejado atrás a las princesas y a las ranas, ellos se ven obligados a crearse su propio mundo imaginario y habitar en él. Qué remedio.
Es lo que le pasa a Max, el niño de la última peli de Spike Jonze Donde viven los monstruos. Por mucho que su mamá se empeña en entenderle, en mimarle y en ayudarle, cuando se disfraza de bestia salvaje no hay quien le aguante, ésa es la verdad, y yo, al igual que su madre, hubiera entrado en un ataque de nervios si mi hijo se pone a aullar y brincar por encima de los muebles cuando tengo a mi novio de invitado en casa. Inmediatamente me hubiera arrepentido de chillarle y reprimirle sus instintos animales, pero llegaría tarde, como ella, y mi hijo ya se habría escapado en su bote a la isla fantasía.
Al igual que me pasó con la maravillosa Los mundos de Coraline, aunque sin llegar a su altura en mi modesta opinión, salí del cine con la conciencia prieta y el corazón henchido de buenas intenciones. Ni la mamá de Caillou me iba a superar.
7 comentarios:
aún no la he visto pero está en mi agenda en mi próxima visita a los cines.... ya te la comentaré
Un saludo
Nuestros sueños infantiles suelen vivir donde habita el olvido (allá por el final del arco iris, más o menos) A veces es tan lindo olvidarse de olvidar y recordarte a ti mismo como un guerrero que espada en mano salva a princesas de las garras de las brujas malvadas. Por cierto a mi se me olvidó hace ya demasiados años ir a ver una peli infantil. Asignatura pendiente.
olvidé decir que la banda sonora es espectacular
Pues ánimo, pq es dificil superar a la mamá de Caillou tan super ideal de la muerte!!!
Olvídate de los niños y déjalos en paz. Disfruta tu, ellos verán que eres feliz y ellos lo serán. Los niños son pequeños, pero no tontos. Los cuentos de las películas les divierten, pero no les convencen. Distinguen muy bien entre realidad y fantasía. sorry, me ha salido el viejo maestro que llevo dentro, pero mantengo lo dicho.
Un beso - a punto estuve de poner otra vez Julia- pero es para tí, Manuela.
PMT
Querida Rosa:
Tendrás que disculpar mi imperdonable tardanza en darte mi impresión sobre Señorita Mariposa.
Aunque no es necesario reiterarlo, siempre fui un convencido por arte de magia potagia, de que tu capacidad inventiva llegaría a plasmarse en la literatura.
Me alegro mucho que poco a poco perseveres en ese mundo tan especial para mí y desde aquí te envío un fuerte beso, que espero que ya no produzca ningún recelo en la persona que más quieres.
José Vicente
PMT, tienes mucha razón!!! algún día espero que me aclares quién es esa Julia... si uno es feliz lo lleva escrito en la piel y los niños son los primeros que se benefician de eso...
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