Por la mañana me levanto y pongo
el desayuno a mis hijos. Mis hijos de carne y hueso, con sus nombres y sus
apellidos de toda la vida, que lloran y tienen pataletas y no tienen botón off.
Uno derrama la leche mientras el otro pega patadas a un balón y rompe el
cristal de la puerta que da a la terraza. Bum. Mi marido estalla en alaridos y
mi hijo se va a su cuarto hecho un mar de lágrimas. El desayuno is over.
Finito, caput. Al colegio.
Cuando por fin los coches
aceleran y puedo avanzar hasta la puerta de su escuela, los deposito a cada uno
con su mochila, su bocadillo y su mente inmaculada delante de su profesora. Y
me voy.
Mi ordenador se enciende y una
mujer llamada Samanta me pregunta qué quiero para desayunar. Tostadas con
mermelada y un café humeante. Mi asistente Cortana
me ha seleccionado los artículos que necesito leer antes de ver a mi editor
jefe y un listado de los contactos que me han enviado mensajes mientras dormía,
dividido entre los que ofrecen algo y los que piden algo, y luego entre los
amigos y los conocidos.
Me cuelgo mi Autographer
del bolsillo antes de entrar en el despacho de mi editor y así luego podré
visualizar todo lo que no haya memorizado. Hago lo mismo con las siete visitas
de clientes, a los que tampoco les importa que les grabe porque ellos hacen lo
mismo conmigo.
Hago un break para charlar con mi marido por facetime. Está mucho más simpático que en persona, he de admitir. O
será el brillo de sus ojos que mi pantalla aumenta sin saber porqué. El caso es
que me alegro de haberle visto y olvidar esa sensación agridulce de escucharle
gritar a los niños eso de ¡ya está bien!
Aprovechando estos buenos recuerdos, pongo la cámara a seleccionar los momentos
felices del último fin de semana de paseo por Londres. Ni siquiera los he
tenido que seleccionar yo, sino que Cortana
para mí y Siri para él –utilizamos
sistemas operativos distintos pero compatibles ya- detectan perfectamente
cuándo hay buen rollito entre nosotros y cuándo es mejor eliminar y hacer un
corta y pega de toda la vida.
Mi marido me engaña con su
asistente operativo. Sé que le ha diseñado un cuerpo a su medida y la voz de
una actriz americana, como si fuera Joaquin Phoenix para Her.
¿Pero ese sexo virtual –como lo llama Jordi Soler en su magnífico artículo La
era de Funes- son o no son cuernos? ¿ Desde cuándo no puede uno imaginar
que se acuesta con estrellas de cine sin hacer daño a nadie? ¿Y si lo que
imagina es que se acuesta con el vecino de la puerta cuatro? ¿Es eso peor por
más realizable, o mejor porque al menos le puedes partir la cara en un momento
dado?
Estoy confundida, la realidad del
siglo veintiuno, con sus autographer
y ‘la otra realidad’ me han pillado medio desprevenida, y voy aprendiendo a
trompicones lo que a mis hijos les parece coser y cantar, que diría mi abuela.
Sigo utilizando mi memoria para
almacenar recuerdos, que luego se me borran y se me difuminan a su antojo. Y me
empeño en ver, sin ponerme las GG
(google glasses), las actuaciones del
cole de mis hijos. Hasta he pensado en no grabarles el día de su cumpleaños, en
una locura que me dice que lo almacene yo todo y no la autographer. Pero en casa sucede que ya todos me toman por chalada.
La que quiere vivir sin red social ni memoria independiente de un ser humano.
Sin GG que diseñen a mi antojo la
realidad que me rodea, sin Autographer
que guarde y diseccione todos los momentos de mi vida de forma autónoma y
sintética. Y hasta había pensado, un un tris de rebeldía, en volver al café con
leche con lactosa y cafeína y dejar en casa la pulsera que mide mis pasos, mis
calorías y mal carácter y lo convierte todo en parámetros, porcentajes
asépticos y módulos regulables. Como si no fuera un robot.
2 comentarios:
En realidad "nihil novum sum sole" y que más da quien y como mida las calorías, los sentimientos o las pasiones....... Lo cierto, es que eso, los sentimientos, las pasiones, los desencuentros, las. Sorpresas, el amor y el odio, el rencor y los recuerdos. Los malos y los buenos recuerdos. Los vicios y las virtudes, al fin y al cabo.... Están allí y tal vez haya quien necesite almacenarlos en un pendrive o en un álbum de fotos, o en una de esas cosas tan modernas..... O quien como tú (y admito que yo también) prefiera guárdalo en ese lugar entre la sístole y al diástole del corazón. Por más que avancé la técnica y que ofrezca nuevas maneras lo que realmente importara es la pasión....... Y esta, la pasión, no habita en todos los lugares.
CARLOS: bueno, precisamente es eso, la diferencia entre la memoria de un ser humano, imperfecta, selectiva, rencorosa, olvidadiza, tintada por los recuerdos de cómo fueron para ti las cosas, y la memoria externa que te pueda brindar una cámara Autographer por ejemplo, que vaya almacenando todo lo que haces y dices pero de modo automático y frío, de modo que recordará igualmente un día intenso para ti como uno anodino... mejor o peor, yo prefiero mi memoria, pero soy una antigua!!! besos
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