Bienvenidos a ZOOTRÓPOLIS, la ciudad donde cualquiera puede ser lo que quiera ser. Es un buen comienzo, no? Al menos para la vida de cualquiera de nosotros lo sería.
También para la conejita Judy, que quiere ser agente de policía para correr aventuras, cambiar el mundo y atrapar a los malos, en vez de vender zanahorias en el aburrido puesto de verduras que regentan sus padres y antes lo hicieron sus abuelos.
En Zootrópolis los animales actúan como personas, se visten, se calzan, tienen empleos estables y llevan a sus hijos al colegio. Y, al igual que en nuestro mundo de humanos, entre los animales hay roles difíciles de cambiar y mentalidades pacatas que niegan las oportunidades del salto hacia delante. Miedos y esquemas mentales como pantallas cuadradas de televisión que dificultan la tarea de la conejita Judy. Un zorro siempre será un zorro, y por lo tanto no será de fiar. Al igual que una dulce conejita no atrapará malos sino que recolectará y venderá zanahorias.
Y sin embargo, en la ciudad de Zootrópolis otro mundo es posible. Los animales han evolucionado y ya no están divididos entre depredadores y presas, sino que conviven en una sociedad igualitaria donde las oportunidades están al alcance de todos. Una ciudad donde cualquiera puede ser lo que quiera ser. Hasta que algo o alguien se instala en ella para retrocederlos al pasado, para que unos y otros vuelvan a las cavernas y el tigre vuelva a ser depredador desconfiable y la oveja presa necesaria. He aquí la misión de la agente Hobbs, la más nueva y pequeña de los oficiales de policía de la ciudad de los rascacielos.
Si tienes menos de 100 años, no te la pierdas. Y si tienes más tampoco. Si llevas algún niño para que te acompañe, te sentirás con la excusa perfecta para disfrutarla.
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