En 2010, antes de que ETA comenzara a desmovilizarse como organización criminal y terrorista, unos presos disidentes de la cárcel de Nanclares (Alava) enviaron una carta al Gobierno Vasco expresando su deseo de reunirse, en la medida de lo posible, con sus víctimas o con los familiares de éstas. Sin beneficios penitenciarios, sino apelando a una necesidad interior de reparar algo o a alguien. Y esa carta no cayó en saco roto, sino que se llevaron a cabo una serie de reuniones y procesos restaurativos, de la mano de mediadores especializados en la materia penal, en donde víctimas y victimarios se pudieron mirar a los ojos y preguntarse muchos porqués o paraqués. De manera voluntaria y de manera confidencial y casi clandestina. El Gobierno consideró que la sociedad, o ellos, no estaban preparados para explicar algo así a la ciudadanía.
Tres años más tarde, una compañía de teatro y tres actores deciden llevar a escena este proceso, y dramatizar lo que fueron esas conversaciones y cómo se llegó a ellas entre la hija de una de las víctimas mortales de ETA y el asesino de su padre.
Escalofriante y esperanzadora de que otra forma de hacer las cosas es posible, LA MIRADA DEL OTRO no es apta para todos los públicos.
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