Me cuadraba el horario. No tengo mejor explicación para decir que el pasado viernes me tragué El castor, la última peli dirigida y protagonizada por Jodie Foster junto al polémico Mel Gibson.
Un castor que habla? pensé nada más entrar. La has pifiado, Manuela, me dije. Pero qué quieres, no había otra a esa misma hora y yo tenía que ir al cine. Soy como los rain man, a cierta hora de cierto día de la semana tengo que hacer una cosa cierta y que no puede variar: evadirme de mi casa con lo que eso conlleva a través del cine. Así que Mel Gibson o lo que sea, me dije.
Y resultó que me gustó mucho más de lo que estaba dispuesta a admitir. La idea de Foster es buena. Familia desunida en donde cada uno de los miembros trata de sobrevivir al descalabro de unidad que sufren. El padre, presuntamente el causante de todos los males, padece una honda depresión que ya dura tantos años que ha conseguido destrozarles a todos. Su hijo mayor, que de niño emulaba a un padre chistoso y grandote, ahora escribe postits en la pared de su cuarto con todas las facetas de su padre que no quiere ver repetidas en su persona, y a pesar de ello reproduce todos los patrones paternos con su crisis adolescente. El hijo pequeño es un bizcochito que se aísla en el cole porque se siente ignorado por su padre en casa. Y la madre, bueno ella es Jodie Foster, hacen falta más descripciones? Una mirada suya o un impulso de su cuerpo atlético pueden mover mareas y horizontes. Pero no consigue sacar a su marido del hastío en que se halla, hasta que decide renunciar a él. Y en eso, llegó el castor.
Para mi alivio, no se trataba de un castor parlante, sino de una marioneta movida por la mano de Mel Gibson y que se convierte en ese yo interior que nos charla animadamente y nos ayuda a levantar el culo del sofá antes de comernos el último chocolate en favor del gimnasio.
Una vez me hicieron un test para entrar en un despacho de abogados muy grande y que ya no existe: Arthur Andersen. Como buenos americanos, en el test de entrada te preguntaban cosas como si bebías alcohol a diario y con cuánta frecuencia. Algo así como las preguntas de si has querido matar al presidente cuando vas -o ibas- a USA. Y había una pregunta aún mejor, que si escuchabas voces interiores. Bien, yo me puse a pensar un momento y llegué a la conclusión de que sí, de que muchas veces hablaba conmigo misma y hasta lo había hecho en voz alta en más de una ocasión. Así que puse afirmativo, no sé si en un intento de que me echaran antes de entrar o de desafiar al psicólogo de La Firma. Y resultó que me ficharon igualmente. Prueba de que o no se leían los informes que hacíamos los candidatos, o no daban ningún crédito a los psicólogos americanos y sus tests de personalidad/profesionalidad.
Así que cuando vi a Mel Gibson saliendo del alcoholismo gracias a una mano que le hablaba en voz alta y a un castor de peluche que le relacionaba con el mundo exterior, no me pareció una mala idea. Claro que a su mujer, Jodie, tener que follar con un castor en la frente la pone un poquito de los nervios. Tampoco me extraña.
En resumen, interesante trabajo de la Foster sobre la familia y sus vericuetos. Cuando volví a casa, mi hijo de tres años me preguntó: mamá, qué significa abandonar? al día siguiente me volvió a inquirir: mamá, qué significa pensar? Y casi me compro un castor para darle buenas respuestas.