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lunes, 14 de febrero de 2011

Los niños ricos

Mientras me pregunto en qué momento pasaron Pa negre en el cine de mi barrio y la pasé por alto, demostrando mi total ignorancia e incapacidad para oler una peli ganadora de Goyas -lo mismo que la Academia, que ya la podían haber nominado para los Oscar- leo un artículo en El País que me sorprende y altera mi estado de ánimo, provocándome un atisbo de terror. Lo han titulado Lo tienen todo, excepto a sus padres, y va exactamente de eso.

Niños que viven rodeados de plays station y de MP3's que los mantienen perfectamente incomunicados del mundo real. Que tienen 500 amigos en Tuenti pero ninguno en su barrio. Que delinquen por la red y por el móvil,  y que pegan a sus padres cuando son adolescentes, para llamar la atencion -psicólogos dixit-. Y cuyos mayores, que perdieron su control cuando eran pequeños mientras se dedicaban a sus carreras exitosas que les realizaban como PROfesionales, atemorizados ante tanta adolescencia sin sentido, o bien los entregan a la Administracion pública, reconociendo su incapacidad para hacerse con ellos, o tienen más dinero que eso y los depositan en un internado suizo de moda.

Me he puesto a pensar en mis amigos. No tengo ninguno que presuma de internado suizo. Y hasta donde yo sé, a ninguno le han quitado a sus hijos por no saber criarlos. Lo que veo a mi alrededor son padres y madres preocupados por la educación de sus crías hasta el infinito, por organizarles el tiempo de ocio, a veces tanto que no les dejamos ni aburrirse un ratito, que miran con lupa lo que comen en el cole para saber si pueden delegar en esos centros educativos su alimentación física y también espiritual, y que les acompañan al pediatra cada dos por tres y les van a recoger a la puerta del cole con una mandarina o unos frutos secos para evitar la galleta de chocolate.

Mamis que han renunciado a ser profesionales de éxito porque no han conseguido compatibilizarlo con los días de varicela y las noches de toses y mocos. Y padres que trabajan en exceso para pagar hipotecas y vacaciones en el mar, pero que no recuerdan la última vez que hicieron un cine. Que se conocen todos los parques de la ciudad, en los que pasan sus fines de semana desde las siete de la mañana en que se levantan a las diez de la noche en que sus dulces retoños tornan a la cama.

Y me he dado cuenta de que, o bien no pertenezco a esa clase social adinerada de la que habla el artículo. Que bien pudiera ser. O bien esa investigación de El País me está hablando de una generación de padres que ya no me representa. Padres de hace quince o veinte años que no sabían del efecto demoledor de sus carreras empresariales. Yo lo que veo ahora son progenitores deseosos de ocio más que de negocio.

Pero claro está que me podría equivocar de principio a fin. Y también es cierto que llevo un buen rato dedicada a este post, mientras mi hijo juega sin mí en el salón de la casa.

viernes, 11 de febrero de 2011

las fiestas de toda la vida

Qué se puede ver en la cartelera del cine cuando no tienes ganas de profundizar en la dura vida ni tampoco quieres ver una tontería de culos y tetas de ésas tan habituales? PRIMOS.

Es una opción muy respetable de estos días. Yo no tenía mucha confianza en ella pero salí gratamente sorprendida. Un buen rato, unas risas, alguna escena emotiva y fiestas de pueblo de ésas que ya no quedan por las ciudades. Y un paisaje bucólico que te da ganas de correr a Cantabria, en concreto a Comillas, y enamorarte de esa novia o novio que dejaste tirado por circunstancias de la vida cuando eras un pipiolo o pipiola.

Sin más trascescendia. Sales oliendo a limpio del cine y sin el estómago revuelto. La siguiente -y quizá última antes del parto- será la de los Coen, otro cantar.