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lunes, 16 de diciembre de 2013

la mujer florero


Sabrá la esposa de Bárcenas que Woody Allen le ha hecho una peli? Si yo fuera ella, nada me haría más ilusión que que un cineasta de esa talla y una actriz tan bella y diosa como Cate Blanchett se  hubieran  fijado en mí, en mi vida, en mi desgracia, en mi yo no sé nada tururu tururu, para un guión de Hollywood... y sin embargo, mucho me temo, mujer de Bárcenas -su nombre importa menos puesto que ejercía de mujer de todo el rato- que no eres la única, que ha habido muchas más y que, incluso cabe la posibilidad de que Woody no sepa ni de tu existencia. Bienvenida al anonimato. 

En cuanto a Blue Jasmine, decir que veo a Cate Blanchett con la estatuilla en la mano, que me eriza la piel su actuación bárbara y que las conversaciones con los macarras me parecen insuperables. En El Consejero me pasaba que no me creía ninguna de sus conversaciones. Bien, con Blue J me pasa justo lo contrario, que todas me parecen de verdad. Y eso es lo primero que le pido a una historia de cine, que me la crea, que por un rato me sumerja en ella y no piense en ninguna otra cosa, ser esa Cate frívola y egoísta para quienes los demás son sólo peones en  el camino que me ponen ruedas o alas, que me sirven y que luego son desechables. He escuchado decir que es muy dura, pero no lo son siempre las historias de verdad? 

lunes, 9 de diciembre de 2013

Flower power o la magia de la Navidad


Viendo tele. Miércoles noche. Marido de cena de trabajo. Hijos en el catre ya. Sola ante el televisor y con una copa de vino y una mizquita de chocolate. Flower power, el poder de las flores, Helen Mirren, qué es eso, me pregunto? Y resultó mi peli del mes, ni cine ni nada, ésta fue la que más me gustó por delante de El consejero -que es pretenciosa y lo único que la salva es el bellezón de Michael Fassbender- y sin que  todavía pueda opinar sobre Blue Jasmine porque la tengo pendiente. 

Cuando tenía quince años y leía a Martín Vigil, un clásico de mi adolescencia, pensaba que la delincuencia juvenil era redimible, pensaba que todos esos niños de mi misma edad que sacaban la navaja merecían la misma oportunidad que yo había tenido, la de estudiar, la de que les quisieran de verdad, la de que creyeran en ellos, y lo mismo pensaba Martín Vigil por lo que se carteaba conmigo sobre sus Niños bandidos y otras novelas similares. Quizá no era alta literatura, pero sí era literatura social, y yo iba por ahí tratando de llegar a acuerdos con las gitanillas que me robaban la cartera porque sabía que en el fondo de su corazón no me habían querido hacer ningún daño. Y le daba vueltas a un libro sobre todas esas cosas que nunca pasó de la página quince. 

Lo más grave del asunto es que sigo creyendo en todas esas ideas. Sigo pensando que la pena de cárcel no puede ser sólo un castigo sino que necesita conservar su misión de reinserción del delincuente en la sociedad. Que no lo digo yo, que lo dice la Constitución. Que si hay uno solo que se reintegre, habrá valido la pena el esfuerzo. Y Flower Power es eso justamente, una cárcel sin rejas en donde los presos aprenden jardinería y hay un director de prisiones que no lleva uniforme ni una porra en la mano. Es un poco boba, inverosímil y absolutamente ingenua. Comedia británica. Pero te hace soñar que un mundo mejor es posible, y yo me fui a la cama más contenta que unas pascuas. 

Y con esto doy comienzo a los festejos navideños, las luces, las estrellitas, los regalos de buena voluntad, los Papás Noeles en los balcones y todas las pijadas imaginables que vuelven con el turrón y las buenas intenciones. Hay quienes la odian, pero yo no. Viva la frivolidad de la Navidad, con sus tiendas abiertas veinticuatro horas y sus niños cantando villancicos en las calles de Wisconsin -a quince bajo cero- y repartiendo amor y felicidad.