my time is now (Nike)

PASA PASA ESTÁS EN TU CASA

COMO EN TU CASA



viernes, 27 de julio de 2012

A qué jugabas de alcalde?




Ayer leí con pena y agrado a un tiempo una CARTA que un neurocirujano Javier Esparza -no uno cualquiera, ver curriculum- enviaba en clave abierta al temerario Gallardón, ese personaje que se besaba públicamente con diseñadores vanguardistas y rompedores y ahora se ha convertido en la pesadilla de cualquier mujer en edad fértil. Pero para mi sorpresa y decepción, Gallardón no está solo. Hoy le contesta un PADRE de una niña con malformaciones de nacimiento para justificar la vida de su hija y la de cualquier feto en similares circunstancias. Sé bastante bien de lo que hablo y creo que los padres en este caso tan particular, sangrante, delicado y duro tienen que poder decidir si seguir adelante o no con ese embarazo, con ese feto que no podrá defenderse en la vida como los demás, y no creo que nadie tenga derecho a imponerles una decisión contraria a la del equipo médico que les asesore sobre la viabilidad y resultados de ese embarazo. Y esta sociedad debe ofrecer ambas opciones a los padres, porque sino volveremos a crear una España de dos velocidades, las que tienen dinero para coger un avión a Londres, y las que no lo tienen. Vuelvo a recomendar una película tan hermosa como valiente, El secreto de Vera Drake. Disfruten del verano, pero no dejen que la sal del mar les impermeabilice contra el dolor ajeno. Ya que no hacemos país ni para levantar la economía común, y nos enfangamos en discusiones sobre quién financia a quién y quién paga más y quién paga menos, vamos a movernos para que la vida humana pueda empezar igual para todos. 


lunes, 16 de julio de 2012

Sentirse mal



Mi primera amiga monja se llamaba Isabel y era mi tutora en mi colegio bien. Llevaba velo y uniforme de  monja, pero los miércoles por la tarde para la tutoría nos traía croissants y zumitos. Reía mucho y era una vasca potente, fuerte, aunque con las cuerdas vocales rotas de vez en cuando. Sería de tanto esforzarse. El colegio bien se le quedó pequeño y pensó en abrir una casa de las monjas en un barrio obrero y muy deprimido de la ciudad, en Fuente San Luis. Yo fui a verla en varias ocasiones porque por entonces quería escribir un libro sobre chicos "marginales" como los que salían en los libros de Martín Vigil que yo devoraba.   Quería cambiar el mundo y pensaba que eso se podía hacer desde mis quince años, y la madre Isabel también lo creía conmigo, a sus treinta y tantos. Así que yo la visitaba y hacía entrevistas a sus chicos de barrio 'marginal' que ni siquiera entendía cuando me hablaban a mí. Sus palabrejas de jerga me eran ajenas. La madre Isabel se movía como pez en el agua en ese barrio de la Fuente de San Luis y la gente la paraba para saludarla. Y para pedirle cosas también. Sabía quién estaba en el paro, quien bebía de más, quien le daba un tortazo a su mujer de vez en cuando, quién se desocupaba de los niños, y tenía una palabra de apoyo para todos sin excepción. 

A mí me parecía que eso era ser monja. Que eso era ayudar al próximo y quererle como a ti mismo, como decían los diez mandamientos que me tenía que aprender de memoria en la clase de religión. Y que las misiones en países lejanos no tenían nada que envidiarle a la madre Isabel y su piso de monjas de barrio 'marginal'. Pero llegó un día en que la directora de mi colegio bien, y jefa de la madre Isabel, consideró que ella había cogido demasiado 'vuelo' en aquel piso de barrio y la hizo volver a filas. Volver a vivir en el convento del colegio y volver a cuidar solamente de sus niñas bien. La independencia en las monjas no  parece una virtud a desarrollar. Al barrio obrero mandaron a otra monja que otra vez se tuvo que ganar la confianza de los vecinos. Pero ni tenía la  gracia ni el salero de Isabel, así que no sé si me equivoco al decir que después de varios años el 'proyecto' acabó  fracasando. Porque la confianza estaba en las personas, y no en las instituciones. 

Y me acordé de todas estas  historias de mi adolescencia viendo Elefante blanco el pasado viernes. Con Darín a la cabeza, que es un monstruo de la interpretación, él de sacerdote lidera un proyecto 'de futuro' en un barrio argentino llamado 'Villa' que ríete tú de las monjas de mi colegio. Aquí hay balas, narcos y mucha miseria, pero lo mismo,  todos conocen al padre Julián y le dejan traspasar cualquier frontera, como si fuera la Cruz Roja o más aún que la Cruz Roja. Porque el  padre Julián es una persona en quien confían todos, los de un bando y del otro. Pero no es fácil quedarse a mirar mientras los narcos se matan entre ellos, ni siquiera todos los curas saben mantenerse al margen de esas cuitas. Y también hay curas que quieren casarse, y sobretodo hay obispos que no toman partido por los pobres ni entienden de revueltas justas o injustas. 

Al margen de las cuestiones  de fondo, que son abundantes y darían para varias tesinas, la película de Pablo Trapero tiene tal dosis de realidad y de fuerza que te arrastra hasta lo más profundo de Villa Miseria y te ves  tú mismo cargando al muerto que se desangra en una carretilla. Y lloras, porque ni eres el muerto ni sabes qué hacer ante tanta violencia, ante tanta miseria, ante tanto cinismo, ante tanto y tan ancho mundo. Y sales y sigues llorando por dentro. Sentirse mal. 

lunes, 9 de julio de 2012

Campanades de boda



Faltan horas para que se produzca el bodorrio del año. Ella no se quiere casar y él tampoco, pero familia obliga. Clase media, Cataluña, Bollywood. Sí, estoy hablando de Campanades de boda, la última creación del grupo teatral La Cubana. Te ríes, te ves reflejada en algunas de las situaciones -que no en todas-, comprendes el porqué del teatro y te acuerdas de aquella frase que me dijo un  tío italiano que conocí hará ya algunos años de más: Manuela, todos los hombres  hacemos 'cine' antes de hacer el amor. En mi pueblo se decía de manera más basta... prometer hasta meter... 

Y sin embargo Campanades de  boda no va por  esos derroteros que me he desviado yo. Va del teatro que supone una boda. Desde los novios que se hubieran ido a vivir juntos sin tanta parafernalia, hasta la madre de la novia que llega con ataque de histeria al enlace y dice sufrir por su hija cuando en realidad sufre por su propia satisfacción. Habla de que los hijos homosexuales mejor que no se casen pero las hijas hetero mejor  que lo celebren por todo lo alto, no importa si es con un  actor indio o con un posibles catalán, y aunque tenga que ser por videoconferencia. Unos que pasen desapercibidos. Otros que se casen a todo color. El teatro Tívoli se convierte en un local para bodas y los asistentes a la obra en invitados con pamela. Y la tata de la peli es la tata de toda la vida, la que te cambió los pañales y le habla a tu madre como si la riñera, porque ella es en realidad quien manda en casa, quien conoce cómo y dónde se guardan las escobas. Y la música, la de siempre. El ritmo, el de La Cubana. Altamente tradicional y catalán, pero exportable, en mi modesta opinión, a cualquier ciudad de provincias española y familia de medio pelo venida a más. Espectacular y muy muy divertida, especialmente si eres de por aquí y lo has mamado en tu infancia, adolescencia, juventud y adultez. Imperdible. 

miércoles, 4 de julio de 2012

la muerte y el muerto


Hay algo de obsceno en la muerte. En la muerte de otro precisamente. El muerto desaparece y sus herederos se ven forzados a hurgar entre sus cosas para sacar lo mejor y lo peor del muerto de entre los muebles y el polvo. A vender o regalar, a donar o a guardar, miles de tesoros y cachivaches que el muerto atesoró en vida o simplemente olvidó en un desván. Cartas de su juventud y periódicos olvidados del día del nacimiento de sus hijos. Cosas que un día quiso mostrar a unos y otros y por falta de tiempo nunca consiguió desempolvar. Máquinas de escribir obsoletas o cámaras de fotos que podrían recuperarse para un museo, vinilos y fotos de personas que no recuerdas haber visto jamás. Hurgar en los bolsillos de las chaquetas del muerto por si dejó monedas olvidadas o una dentadura postiza. O peor, por si dejó papeles que no quiso que nadie encontrara nunca. Es lo que tiene la muerte, que te coge por sorpresa, que es inesperada por mucho que la sepas cierta. Nunca te la esperas. Y por eso mismo es odiosa, temida, dolorosa, y más que nada obscena.