Siempre me gustó pensar que mis padres parecían actores de cine. Mi padre murió cuando yo era una niña, así que decidí que -excepto por las orejas- tenía la misma facha que Clark Gable. Me aprendí de memoria la peli con Escarlata O'Hara y decidí que ese señor tan estupendo era igualito que mi papá. Después decidí que mi mamá tenía la misma pinta que Meryl Streep, un poco más mayor y menos glamurosa, pero cuando revisitaba los álbumes de fotos de cuando eran más jóvenes, me parecía clavadita.
Lo que más me recordaba de ella a Meryl Streep eran sus ojos. Bellos, abundantes, vivos, de mirada clara y que te podía acunar o decapitar según fueran las circunstancias. Una mirada que me ha perseguido de cerca desde que nací de un rayo cósmico y hasta el día 19 de enero de este mes. Ese fue el día en que la mirada se apagó. Yo la vi irse. Nunca había visto cómo se morían las personas. Sabía que se morían, que se iban apagando. En la tele pronuncian palabras importantes antes del final. Pero yo sabía que eso era producto de Hollywood y que a la mayoría de los mortales les pilla de sopetón y sin ánimo ni corazón ni estómago para pronunciar palabras. Y así fue la de muerte de mi Meryl Streep particular. Se le fueron los ojos hacia arriba y entonces yo supe que se había muerto. Y que por mucho masaje cardíaco que le fueran a dar, se había muerto la mujer más fuerte del mundo.
Ella me decía muchas cosas de colegio de monjas, como 'venciste mujer, venciste, por no dejarte vencer' cada vez que me veía desfallecer por alguna cosilla de las mías. Mi madre pasó por la muerte de un marido joven, por la supervivencia de una chiquilla que quería comer todos los días, fue viuda ejemplar delante de los bancos pidiendo aplazamientos y negociando compraventas, en esa época del Cuéntame en que sólo las viudas podían conseguir milagros de un banquero piadoso. Pasó por un cáncer en soledad y vivió mucha soledad. Un día me dijo que le gustaba el espejo de su baño, grande y luminoso, porque se veía reflejada en el y se sentía acompañada. Yo vivía cerca de ella, pero a veces estábamos a muchos kilómetros. Su nieto la buscaba cuando no la tenía cerca, pero a días la echaba de su cuarto y le decía que le dejara con su mamá. Los niños son ingratos y egoístas y no saben de delicadezas. Qué cosas, ahora que sabe que el gormiti Infartum se la ha llevado, atacándole el corazón, y ella se ha quedado en una estrella, cada noche nos pregunta por la estrella y quiere mirarla para ver a su abuela.
Yo de verdad espero que los ojos de mi Meryl Streep sí que estén en una estrella. Y desde ahí nos guíen a mí y a los mios de principio a fin. Descansa en paz, mami.