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lunes, 15 de diciembre de 2008

Los otros

Hasta que tuve un hijo, nunca supe que tenía vecinos. Había seres que entraban y salían del ascensor, a veces incluso se cruzaban conmigo. Intercambiábamos palabras como qué tal, bon día, que vagi bé, y tal y cual. Pero eran seres de otra dimensión, no sabría decir ni de qué color tiene los ojos mi vecina de enfrente. Es más, no sabría decir ni cómo se llama, ni aún ahora.

El día que me casé, mi madre les envió a los del piso de abajo un pastel de celebración, como si fuera mi cumpleaños. Pero eso fue mi madre, yo seguía sin saber sus nombres.

Y de pronto un día das a luz. Y sales al rellano de la escalera con un carrito que no sabes cómo entrar en el ascensor, con un enano que berrea y berrea, y tu vecina de puerta te ayuda a entrar el carro de costado, sonríe a tu retoño, se interesa por su estado de salud, tu vecina de arriba te informa de que es pediatra y te pregunta porqué lagrimea el ojo de tu hijo, tu otro vecino americano discretamente te cuenta que le escuchan llorar de madrugada... y de golpe y porrazo, empiezan a cobrar entidad, forma, colores...

Sigo sin saber qué pie calzan, ni de qué color tienen los ojos, ni sé cómo se llaman la mayoría de ellos, pero de repente les sonrío como si fueran gente que un día me puede hacer un favor, sacarme de un apuro, y porque son gente con la que, en esos días en que tienes que pasear al niño y el mundo no te comprende y la noche ha sido larga y ardua y no pasaban las horas, de repente una voz cálida en el ascensor te cuenta que ha pasado por lo mismo, que hay luz al final del túnel, le toca la cabeza a tu hijo, y tu hijo le sonríe.

Estamos rodeados de otros, que nos acompañan y nos escuchan a través de la pared. Y cuando te sientes más sola que la una a las dos de la mañana, y tu hijo no para de berrear sin saber porqué, y tu marido ronca pero tampoco tiene sentido despertarle porque no sabrá cómo ayudar, me gusta pensar que hay otra vecina, que no es una asesina en serie, como sugería en otro blog, sino una pediatra, o una enfermera, o simplemente otra madre más.

Hablando de otros, una señora por la calle nos interpeló a mi marido y a mí mientras disfrutábamos de la paz de un paseo frío y un cigarro a medias. Nuestro hijo dormía plácidamente en su carrito, tapado por mantas, gorros y peluches. Y de pronto, una mujer de ochenta y dos, como la esposa de André Gorz, querida D, se sentó al final de nuestro banco. No tenía hijos, no tenía buenas piernas, no tenía apenas ánimo para subir la cuesta hasta su casa. Pero tenía ganas de conversar.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Cuando era pequeña , en la finca donde vivía, todos los vecinos teniamos mucha relación entre nosotros.Una de mis mejores amigas es mi vecina, en reuniones sociales presumimos de los muchos años que nos conocemos y de que una fue a la comunión de la otra y viceversa.Cuando me emancipé, mis padres insistieron mucho en que me presentara a mis vecinos, tanto insistieron que finalmente, llamé a la puerta de enfrente y les comuniqué que era la nueva vecina , que si querían algo no tenía más que llamar a mi timbre etc, etc ...Mis padres seguían insistiendo "ve a las reuniones de vecinos", tanto, tanto insistieron que fuí a la primera ..fue algo horrible, cada uno exponía su caso sin escuchar al resto, sin ni siquiera pensar si venía o no venía al caso exponer su tema, nunca entendí porque temas breves y fáciles se convertían en arduos temas de más de una hora de planteamiento...No he vuelto a ninguna.Hasta ayer, que  recibí una carta del administrador , este jueves hay una nueva reunión y por turno rotatorio seré yo la nueva presidenta de la finca. Ya me lo dijo mi vecina hace poco, aquella a la que me presenté con una sonrisa de niña buena cuando compré mi apartamento. "que ganas tengo de que seas tú la presidenta de la finca, la de cosas que vamos a hacer..." glup!!!! sólo deseo que este trance pase lo antes posible....Anouk

Anónimo dijo...

sí, sé lo que es eso, yo fui presidenta y creo que la más nefasta para el edificio, no hice absolutamente nada de provecho, sólo contestar llamadas del administrador y firmar facturas, no tengo vocación de líder del bien común, pero hay gente a la que le gusta ser presidente de la comunidad de vecinos, nunca podré comprenderlo...

Manu