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martes, 9 de diciembre de 2008

No soy una activista

El viernes pasado, mientras esperaba impaciente para coger un vuelo que me sacara de la ciudad y sus problemas, me fui dando cuenta, a medida que la tarde avanzaba, de que no soy ninguna activista, y de la pereza en general que me causaría serlo. No será políticamente correcto, pero tengo al menos que reconocerlo.

El primer choque brutal con mi realidad se produjo cuando abrí la prensa y me encontré de sopetón con un Josep Piqué que discutía a lo Ralph Fiennes en El jardinero fiel con su Rachel Weisz particular, una estudiante de ciencias políticas de la Autónoma de Madrid. Después de sufrir la humillación de la estudiante, que, la verdad, pagaría por haberla visto, se topó con estudiantes encapuchados en la Universidad de Barcelona. Entre Plan de Bolonia y tal y cual les dio tiempo a encapucharse a lo Guantánamo y abuchear al pobre Piqué, que vuela en Vueling a Guantánamo. Vaya con los estudiantes, están que se salen. Ya era hora de que se pusieran a politizar las aulas, como he escuchado que hacían en la transición. Desde luego mi época ochentera y noventera universitaria se caracterizó por la asepticidad más estupenda.

A pesar de no ser seguidora de Piqué, confieso que sentí su desaparición del pp catalán, por cuanto me parecía una de las opciones moderadas del partido. Sin embargo, los titulares de El País que le citaban no eran nada alentadores: "no tengo ningún problema moral" dixit.

Fue entonces cuando caí en la cuenta. Piqué, Presidente, compañía aérea, Vueling... y yo, Vueling, vuelo a Roma... Debería boicotearle y devolver mi billete aéreo y renunciar a mis vacaciones, en nombre de la coherencia? Dejar de ingresar dinero en las cuentas de una compañía cuyo Presidente te lleva a Guantánamo?

Pensé en mi primo. En ese primo que tengo piloto de aerolíneas y que trabaja para Vueling.

Todavía con un montón de remordimientos y sentimientos encontrados a cuestas, llegué hasta la
terminal de embarque, la puerta veinticuatro. Y por si fuera poco irme de viaje sintiendo que dejaba tirados a todos los estudiantes que se encapuchaban y luchaban por la libertad, apareció un grupo familiar que completó la tarde.

El operador de la aerolínea nos informó de que este vuelo está a punto de embarcar, y rogó a las familias que viajen con niños para que se personen y entren al avión en primer lugar. Allá que te vas dos familias vestidas enterito de Custo Barcelona. Padre de familia cuarentón y con un niño de meses a cuestas que se parecía mucho al mío. La madre con el carrito y los múltiples enseres que hace falta trasladar para un fin de semana de nada. Caras de contento y de alborozo, y en eso que una trabajadora oriental de Vueling les niega la entrada al avión. Sabrá ella que trabaja para una compañía cuyo Presidente lleva presos a Guantánamo, tal y como dicen los estudiantes? Es más, le importará tanto como a mí?

La cosa se puso más y más fea. Los papás que no llevan más que el Libro de Familia, documento que no sirve para traspasar las fronteras. Pero no estamos en Europa? Sí señor, el pasaporte, sis plau. Esto no pasaría si yo fuera famoso, le espeta el que va vestido de Custo. Ya, señor, pero no es usted famoso, piensa la china, el pasaporte o no entra, sis plau, le repite.

Se armó la marimorena. En eso que una abogada que había en la cola, en la misma cola que estaba yo, y que a la sazón también soy abogada de vez en cuando, se personó para alentar la discusión y ofrecerse a intermediar con la compañía. Los clientes deberían haber sido avisados de su error cuando facturaron sus maletas, es decir hace dos horas, y no ahora, a punto de embarcar. Unas tetas enormes preceden a la abogada, pero el oficial de Vueling no se siente para nada intimidado, a pesar de su juventud, y le anima a presentar todas las denuncias que quiera, pero los de Custo no suben al avión. Y en cuanto a ella, si quiere quedarse por solidaridad, no hay problema. La abogada volvió a la cola discretamente, no sé si después de haberles dado a los papás una de sus tarjetas de visita.

La señora detrás de mí se indigna. Opina que no tienen porqué viajar si no saben qué documentación tienen que llevar para sus hijos. Y sobretodo que nos dejen embarcar a nosotros, que no tenemos la culpa de que sean unos inútiles. A todas éstas, el papá vestido de Custo sigue sin dejar a su bebé de diez meses en el carrito, lo carga en brazos, y a mí me parece que en cualquier momento suelta al niño y le arranca un sopapo al oficial de Vueling que lo deja seco.

Por mi parte, me dediqué a bostezar, cotillear lo que pude e informarme sobre qué errores no cometer la próxima vez que viaje con mi hijo. Ergo, no soy una activista, por mal que me pese, ni global ni local.

2 comentarios:

Irene dijo...

Pues chica yo tampoco. Me dá un poco de pereza...

Anónimo dijo...

ni yo, sinceramente , visperas de un puente , con unas ganas locas de cambiar de aires, de dejar los problemas en tierra, de desconectar.....que la familia vestida por Custo se las apañe.Si..está claro que no es politicamente correcto, pero cuando una llega a los cuarenta , y por edad , se le empieza a mostrar la cara amarga de la vida, no tiene ningunas ganas de ser activista..como mucho de sonreirle a esta familia, como si le acompañaras en su visicitud, pero sin dejar por eso de tomar tu avión hacia un respiro de dos días...
ANOUK