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jueves, 4 de diciembre de 2008

Romper el silencio

Me había propuesto no hablar de eta, con minúsculas aunque su estruendo sea mayúsculo. Y no lo voy a hacer, porque qué más puedo añadir yo a lo que ya sabemos todos, a lo que dicen todos los comentaristas políticos? Nada de nada.

Pero me he acordado de los dos onces fatídicos y de lo que me afectaron en mi vida cotidiana. El primero no es que me afectase especialmente en mi vida corriente, pero la acumulación de imágenes de las aeronaves estrellándose contra las Torres, una y otra vez, la ausencia, por contrapartida, de muertos en la pantalla, la gente volando desde las Torres, Bin Laden y sus advertencias como si fuera el maligno, vaya fue tanta información y toda tan negativa, que el día 12 de septiembre me puse a escribir algo, cualquier cosa, y me salió un relato porno y, lo que es peor, se me coló un muerto en el. Lo titulé La embestida.

El segundo 11 de marzo fue en Madrid, y quizá por ser los muertos más cercanos, quizá porque todos teníamos a alguien que pasaba por allí esa mañana horrible, me vistió más de luto ese atentado que el anterior. El primer 11 S tuvo algo de ciencia ficción, a pesar de que suene frívolo. Mucha gente estaba viendo la tele en esos momentos, y haciendo zapping pensó que estaba viendo una película más. Pero el 11 de marzo de 2004 para mí fue más hondo, quizá por eso, porque los muertos de cerca parecen más.

Pasé la mañana entrando en internet y comprobando cómo crecía la dimensión del atentado y las informaciones se concretaban, pero todavía no sabíamos, honestamente, quién había sido. Intercambios de mails, desconcierto de todos.

A mediodía decidí ir al gimnasio, como cada día. Tendría que haberme quedado escuchando noticias y no hacer mi vida habitual? Qué hubiera cambiado? No sé. El caso es que fui, y al salir acudí al comedor del bar al que iba habitualmente. Trabajo en un polígono industrial, y las opciones no son muy glamurosas por aquí.

El bar de Montse. La dueña es una señora gordita y sonriente, con su vida a cuestas seguramente, que trabaja con la familia y parla en catalá a voz en grito muchas veces. Una mujer amable, un ambiente acogedor y nada sofisticado. A medida que iba pasando por allí después de dos o tres años, Montse ya me conocía bien, sabía lo que comía, lo que no, la rapidez que necesitaba, y hasta me fiaba los días que olvidaba el dinero. Montse y sus familiares me hacían sentir que no estaba tan lejos de aquel pueblucho al que a veces me parecía que me habían destinado. Aunque cantaba como una rana en un pastel, una silenciosa lectora de prensa en medio del barullo de aquel bar.

Ese día pedí lo de siempre. No podía concentrarme en la lectura porque tenían la televisión puesta, y, a diferencia de otros días, con el volumen más alto de lo habitual. Obviamente todo se refería al atentado, y se seguía especulando con el quién y el cómo. Pero sobretodo con el quién.

En ese momento salió Otegui en la pantalla. La camarera me trajo mi yogur. Se hizo el silencio en el restaurante, y hasta yo levanté la vista para escuchar lo que tuviera que decir ese impresentable. Creo que, llevada por la emoción del momento, llegué a decir en alto algo así como 'vaya hijo de puta'. Otegui habló durante unos escasos cinco o diez segundos. Mientras yo mecánicamente había quitado la tapa a mi yogur y me disponía a hincarle la cuchara. Y entonces escuché algo a lo que no podía dar crédito: todo el bar estaba aplaudiendo las palabras de Otegui.

Me entró tal repulsión de verme allí metida, en medio de toda aquella gente batiendo palmas por Otegui, que, sin mirar a nadie, me levanté de la silla, dejé cinco euros en la mesa y el yogur destapado, y salí en silencio del local, tal y como había entrado.

Nunca he vuelto a ver a Montse. Pero sí que me he preguntado muchas veces cómo sería Montse y su familia si hubieran nacido en Azpeitia. Si Uría hubiera estado en su bar. Hubieran vuelto a jugar al mus, sustituyendo al jugador muerto para que siga la vida?

Pero y si yo hubiera vivido en Azpeitia? Hubiera ido al gimnasio después de la muerte inesperada de un empresario jubilado de mi pueblo? Y todavía más: hubiera roto el silencio?

2 comentarios:

Irene dijo...

Es fuerte el tema terrorista y bastante complicado, yo soy de Bilbao y la verdad es que tengo ganas de que acabe de una vez, que harta estoy de tanta muerte sin sentido. En absoluto estoy de acuerdo con ningún tipo de violencia me da igual de que color sea, pero es aburrido oir fuera del pais vasco la operación matemática que hace la gente de nacionalismo = E.T.A. y también en casos de gente ignorante vasca = etarra, como jode (dicho mal y pronto). Que dificil es entender las posturas politicas, que dificil es hablar con cualquier persona extremista...

Anónimo dijo...

los extremismos/fanatismos siempre suelen ser intolerantes, sean del signo que sean...