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jueves, 11 de diciembre de 2008

Rutina eres

Tengo un amigo que es poeta. Pero poeta de los de toda la vida, con su casa alquilada por cuatro duros, su poca calefacción, su venta de libros en la calle haga frío o calor, y en definitiva, su soledad de poeta a cuestas.

A veces le envidio. El no se tiene que levantar todos los días a las siete, escuchando un horrible despertador, aguantar un tráfico de mil demonios y llegar a una oficina donde cuatro impresentables se creen los dueños del mundo por ser directores de algo. El mejor jefe que he tenido para esto era Oliver. Oliver nunca se presentaba sólo con su nombre o apellidos, sino que te daba la mano y te decía 'qué tal, soy Oliver lo que sea, socio residente de menganito y fulanito partners'. Yo pensaba en qué sería de él si un día no era el socio residente de una firma de abogados, pero ya ves, un día se compró un barco con el dinero que dejó de pagarnos a todos, se fue a navegar y no pasó nada de nada.

Pero a lo que iba. Mi amigo el poeta no se levanta a ninguna hora concreta, ni aguanta jefes ordinarios ni se sopla reuniones infumables. Y sin embargo, descubrí después que también él tiene sus momentos difíciles. Sus momentos de soledad, de apuros económicos, de melancolía. Nadie escapa al tiempo, pensé. Ni los poetas coherentes.

En otro orden de cosas, he descubierto que mi hijo ya sabe echar de menos. El fin de semana le dejamos con su abuela, y a la vuelta no quiso comer conmigo ni un plato de sopa. Resistió como un campeón sin probar bocado, creo que para demostrarme que él también me puede ignorar. Ayer sufrió otro ataque de rebeldía, cuando decidió llorar durante casi una hora entera de reloj porque no le sacábamos de la cuna al primer llanto. Educarle para dormir, educarle para dormir, educarle para dormir, me repetía yo, mientras se me partía el alma de verle la cara de desvalimiento cada vez que me acercaba a ponerle de nuevo el chupete y volver a cubrirle con la manta. Mi marido estaba viendo una película, o tratando de verla, mientras yo dramatizaba la situación y me agitaba a su lado acusándole de no hacernos caso ni al niño ni a mí en nuestra desolación. Su actitud era más madura que la mía, pero no por eso más comprensible para mí. Creo que mi hijo simplemente estaba echando de menos a su abuela en la cama de al lado.

Le espeté a mi marido un 'vete a verle tú ahora', y descubrió que el pobre crío se había vomitado encima, manchándose pelo, pijama, sábanas... Le cambiamos enterito, le acuné durante un rato corto, y con gran pena tuvimos que volver a acostarle solito. Qué dura es la vida de un bebé. Ya desde pequeñitos les hacemos animales de costumbres, y es que el ser humano necesita rutinas para sobrevivir, quizá mis rutinas sean levantarme a las siete, aguantar el tráfico infernal, lidiar con más de un cretino en la oficina, comer con la prensa, pasear a mi hijo, hacer abdominales en el gimnasio, y vuelta a empezar. Siempre digo que voy a romper la rutina, pero creo que secretamente me gusta.

4 comentarios:

Irene dijo...

Querida Manuela, bienvenida al entretenido mundo de las madres y esto no ha hecho más que empezar... ¿porque los niños no vienen con instrucciones? ¿porque parece tan facil cuando lo hacer supernanny en la tele? que por cierto parece Mary Poppins ¿no dormirá porque la abuela le ha dormido en brazos y cantandole y quiere exactamente lo mismo? lo digo por propia experiencia y en un día todo el metodo Estivil a la basura... Y lo del poeta vendiendo libros en la calle, tampoco es que me dé mucha envidia, prefiero dedicarme a la vida contemplativa para salir de la rutina pero en una playita con palmeras y una cervecita fría al lado.

Anónimo dijo...

seguro que la abuela lo ha dormido en brazos! por mucho que le digas y le digas, el método Estivil a la abuela por un oído le entra y por otro le sale...

Manu

Irene dijo...

La verdad que para eso están las abuelas, seguro que a nosotras nos dormian en brazos y cantando jotas... lo malo son las consecuencias cuando son tan pequeños. Luego ya aprenden que cada uno tiene su límite pero hasta que le llegue.... Paciencia con niño y abuela.

Anónimo dijo...

rutina, rutina...no sabemos estar sin ella.Yo me he acostumbrado a ella, me levanto, tomo un vaso de agua con mi medicamento correspondiente,me preparo la bolsa del gimnasio, el tapper con la comida que comeré en el comedor de la empresa, recojo a mi compañero , llegamos al poligono industrial donde trabajo, trabajo, voy al gimnasio en 45 mn, vuelvo a la oficina, como en 5mn,trabajo la tarde, vuelvo a casa cansada....
A veces me deprimo , pienso que todos mis días son iguales, con la misma gente, en un poligono industrial donde no hablo con nadie más que no sean mis compañeros de trabajo (q por la crisis van disminuyendo) ..hasta que el otro día , hablando por tlfn. con un amiga a la hora de comer "me voy corriendo al gimnasio, nadaré un poco y luego sauna", me dijo"tu si que vives bien, yo me paso el día metida en el coche ,de aquí para allá, atascos, gasolina..."(mi amiga es comercial)...Rutina, bendita rutina...tenemos que aprender a saborear las cosas buenas de nuestra diaria rutina.cuando ya no estén las echaremos de menos, nos preguntaremos donde se han quedado..ANOUK