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lunes, 1 de febrero de 2010

INVICTUS


El 24 de junio de 1995 Sudáfrica conquistó la Copa del mundo de rugby para blancos y negros, hecho que los unió en un abrazo sin precedentes y que le valió a Mandela el reconocimiento internacional y estratosférico. Esa unión pasajera y circunstancial quizá evitó una guerra civil. Ahí es nada.

El deporte como vínculo emocional aglutinador de razas, religiones, partidos políticos y colores de piel. El rugby, con toda la violencia física que comporta, y visceral por definición, consigue que unas personas que antes se masacraban salten y brinquen por un objetivo común: los colores de su equipo en la Copa del Mundo. Los Springbocks se convierten en un signo de identidad nacional para la 'rainbow nation'.

Y así es como Matt Damon y Morgan Freeman dan vida al mito en manos de la última de Clint Eastwood Invictus.

La película está llena de gestos de grandeza y estrategia de un Mandela que ya fue retratado magníficamente por John Carlin en su libro El factor humano. Desde integrar a los guardaespaldas del régimen del apartheid en su escolta personal, hasta recibir al capitán del equipo de rugby nacional para charlar amablemente alrededor de una taza de té. Nelson Mandela como un hombre esencialmente solo y aupado en el poder por gente que después no le entiende. Será por negro, será, y lo siento porque la comparación me arriesgo a que suene racista, pero Mandela defendiendo al rugby más blanco me recordó a Obama defendiendo su programa de sanidad para todos. Asociación mental que no pude evitar, por simplista que resulte.




Volviendo a lo esencial, me llama mucho la atención esa pasión que desata el deporte, que nos hace soñar por un rato en un mundo donde no hay diferencias raciales o donde tu vida no es una puñetera mierda. Para ejemplos de lo segundo, recomiendo la maravillosa Buscando a Eric, donde un mito del fútbol como Eric Cantona consigue cambiar el rumbo de un hundido trabajador de suburbio inglés al que nada le funciona excepto su mito.

Y sin embargo, no dejo de pensar que el fútbol o el rugby son pasiones de primera mano, superficiales y carismáticas pero de primera superficie y que ahí se quedan. Por lo que, terminado el partido, blancos y negros continuaron tomando café en bares diferentes y casándose por separado.

Mientras las películas se suceden, allá en la vida real los negros siguen siendo la población que integra la mayor parte del 43% que vive bajo el umbral de la pobreza en Sudáfrica. Termino con una frase de Aubrey Matshiqi, analista del Centro de Estudios Políticos: "No hay que hacerse ilusiones. Durante la Copa del Mundo de Fútbol 2010, verán a negros y blancos animando al mismo equipo. Pero, pasada esa euforia, no habrá más avances".



2 comentarios:

Juan Rodríguez Millán dijo...

Pues es un placer que la primera vez que te visito pueda hablar de mi adorado Clint Eastwood... A mí 'Invictus' me emocionó por las dos partes, por la humana y por la deportiva (mi único gran vicio...).

Y, sí, es cierto que sigue habiendo diferencias e injusticias, pero también creo que es bonito recordar y recalcar que el deporte es una de ellas cosas que puede ayudar, si quiera por unos instantes, a que todos nos sintamos unidos. Creo que eso es lo que quiso hacer Mandela, creo que ese es el mensaje de 'Invictus'.

Tengo 'Buscando a Eric' entre mis tareas pendientes...

Rosa Chover dijo...

estoy contigo, Juan, bienvenidos los vicios como el deporte, y no dejes de ver Buscando a Eric... yo lo que tengo pendiente es un viaje a Sudáfrica...