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lunes, 27 de abril de 2009

Muñecas

Muñecas. El mundo está lleno de ellas. Unas son de verdad, como la Bruni. Otras son de poliuretano, como la amante de Michel Piccoli en Tamaño natural, de Berlanga (1973). Algunas son modelos que se meten una almohada en la barriga y hacen ver que son mujeres embarazadas y perfectas, y sino véase la publicidad de El Corte Inglés en www.aliamodapremama.es: metro ochenta, rubia embarazada de al menos siete meses, con los brazos al aire sin que le hayan salido grasas de más, y unos taconazos de diez centímetros que alguna descerebrada querrá imitar y se pegará un castañazo en perjuicio de su hijo futuro. Lo primero que te dice el ginecólogo, a medida que tu embarazo avanza, es que nada de tacones, que los tobillos se tornan frágiles y las caídas están al orden del día. Al loro si alguna se cae por imitar a la modelo de la foto, ahí tienen un caso de claro perjuicio por publicidad temeraria.

De todas, la única con la que no puedo competir es la muñeca de Piccoli. Porque es muda, porque no le viene la menstruación, porque no gasta por sí misma, ni bebe ni fuma, porque no se queja y porque la puedes guardar en un armario si te molesta, o dormir encima de ella sin que te aparte de un manotazo. La puedes manosear cuanto quieras y no te engorda con el paso de los años. Tamaño natural. Dimensiones fijas e imbatibles. Lengua mojada pero no mordaz.

Qué talento Berlanga. Si él hubiera sabido que su dentista Piccoli era un precursor, que sus muñecas acabarían siendo el sueño de un montón de norteamericanos y japoneses y haciéndose en serie como realdolls, por seis mil dólares y a la medida de tus deseos. No te pierdas las fotografías en www.elenadorfman.com. En Tokio también son prostitutas, y de la mejor clase porque ni se enferman ni pagan seguridad social. Tampoco necesitan vacaciones.

Tamaño natural. Modelos de revista o muñecas de laboratorio. Da igual. Ni envejecen ni pillan celulitis. Yo he pensado comprarme una y a continuación hacer un pacto con el diablo a lo Oscar Wilde. Que ella vaya cumpliendo años, y entrando en canas y arrugas, mientras yo me conservo como la Dorian Gray que soy. Eso sí, con mucho mundo interior.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Muy bueno lo de "con lengua mojada pero no mordaz". La verdad es que una piensa de que les sirvió a las generaciones anteriores luchar tanto por la "liberación" femenina para acabar llegando a una época donde las mujeres son más objeto que nunca,y cuando es portada de El País una foto con los culos de nuestras "primeras damas"... anda que ya nos vale... y lo digo yo que me he puesto a régimen hace 7 días!